sábado, 19 de abril de 2014

SECUELAS Y DAÑO TRANSGENERACIONAL



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El segmento de nuestra sociedad compuesto por los hijos de aquellos hombres y mujeres 
que no salieron del país, que estuvieron en prisión por tiempos prolongados,
que fueron exonerados de sus puestos de trabajo
por razones políticas, o que debieron permanecer en sus puestos
sufriendo discriminación y persecución debido a su participación o
adhesión al gobierno legítimo del presidente Salvador Allende.


Aquellos jóvenes que estuvieron inmersos en una sociedad nocapitalista,
como lo son los casos de los hijos que permanecieron en
hogares en Cuba , Nicaragua, en el ámbito de los países del campo
socialista en Europa Oriental, o en Asia (Vietnam), Argelia y
Mozambique en África.


Estos menores vivieron experiencias distintas, específicas y menos
conocida en las investigaciones de ciencias sociales de situaciones de
exilio o diasporicas.

Los hijos e hijas de personas que fueron detenidas y cuyo paradero se
desconoce hasta la fecha, así como de quienes fueron ejecutados, y
del mismo modo los hijos de militantes que vivieron largos períodos de
clandestinidad que imposibilitaban una normal convivencia familiar,
son aquellos, a quienes más allá de sus ideologías, credo, genero o
generación, lugar de nacimiento, pertenencia étnica o partidaria,

han sufrido una traumatización y retraumatización durante 40 años.

La memoria oculta que la sociedad no percibe, que permanece invisibilizada
para la Memoria e Historia oficial y por distintos factores no ha permeado
 la conciencia social  ha tenido y tiene consecuencias que comprometen la forma de vida
de los descendientes de quienes sufrieron las violaciones a ls derechos humanos
a partir del golpe de estado de 1973.

SECUELAS Y DAÑO TRANSGENERACIONAL

A 40 AÑOS del Golpe de Estado las secuelas físicas, psíquicas y sociales que se evidencian en  los hijos,hijas ,nietos hermanos  y sobrinos de la generación que protagonizó la resistencia a la dictadura cívico militar y que vivieron las situaciones de represión por parte de los agentes de Estado en sus personas, en sus familias y en sus cercanos
a partir del día 11 de septiembre de 1973 se han cronificado y en muchos casos se están  manifestando en distintas y graves formas: dolores crónicos, trastornos de personalidad, patologías psiquiatricas, suicidios, intentos de suicidio, adicciones y abusos de sustancias psicotrópicas y alcohol, y se evidencia una alta incidencia de fracasos en los estudios superiores, así como conflictos intrafamiliares y en la constitución de familia y relaciones de pareja. Uniones endogámicas entre hijos y familiares de los afectados, donde se multiplican los efectos del daño y se crean ghetos en los cuales  a menudo no tienen cabida personas ajenas al mundo de estos sectores.

Se observan conflictos con quienes se integran a las familias en roles de padrastros y madrastras, los que configuran figuras sustitutas no siempre aceptadas por los descendientes, aunque podemos detectar los casos opuestos, de una total aceptación de las nuevas parejas de sus padres- lo que facilita la inserción de los hijos en familias reconstituidas.Se observa esta positiva actitud cuando los padrastros y madrastas pertenecen a este mundo de personas que buscan,defienden y participan en la lucha por la verdad y justicia en los casos de violaciones a los derechos humanos.

jueves, 17 de abril de 2014

Alberto Rodríguez Gallardo: “La verdad, yo no conozco la palabra justicia, menos voy a conocer la palabra perdón” Detalles





Alberto Rodríguez Gallardo: “La verdad, yo no conozco la palabra justicia, menos voy a conocer la palabra perdón”





DSC 0461El 19 de noviembre de 1975, los dos canales más importantes del país, Televisión Nacional y Universidad Católica de Chile,
transmitieron en vivo los detalles de un enfrentamiento entre supuestos “subversivos” y un contingente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Más tarde, el comunicado de la Dirección Nacional de Comunicación Social (DINACOS) señalaba: “Hoy 19 de noviembre a las 12:00 horas, en los cerros de Rinconada de Maipú, se registró un violento enfrentamiento a tiros de más de 30 minutos de duración, entre las fuerzas de DINA e Investigaciones, y un grupo de extremistas que se parapetó fuertemente armado en esos cerros. Resultaron muertos seis extremistas, huyendo uno de ellos”.

Pero la verdad de lo sucedido en ese descampado del fundo Rinconada de Maipú, era otro y marcaría a fuego a toda una familia. Luego de cumplido el ritual macabro del montaje periodístico, seis cuerpos yacían en silencio. Catalina Gallardo Moreno, 30 años, militante del MIR, Alberto Gallardo Pacheco, 63 años, militante del Partido Comunista, Mónica del Carmen Pacheco Sánchez, profesora, militante del MIR, Luis Ganga Torres, comerciante, militante del MIR, Manuel Reyes Garrido, obrero y Pedro Cortes Jeldres, militante comunista.

Alberto Rodríguez, o simplemente Beto, tenía 6 meses cuando fue secuestrado junto a toda su familia. Con el tiempo reconstruyó su historia y la de su familia. A 40 años del Golpe, esta es su historia.

Por Pablo Villagra Peñailillo


¿Toda tu familia fue afectada por la brutalidad de la dictadura, qué puedes contarnos de ella?.



Mi familia recibe dos golpes represivos con asesinatos fuertes. El primero afectó a mi madre Catalina Gallardo, mi tío Roberto Gallardo, mi tía Mónica Pacheco y mi abuelo Alberto Gallardo. Ellos son asesinados con alevosía y con un montaje periodístico televisivo, más conocido como el caso de “Rinconada de Maipú”. Posteriormente, once meses después, asesinan también a mi padre, Rolando Rodríguez.



¿Cuántos años tenías en esa época? 



Cundo asesinan a mi mamá yo tenía seis meses, y cuando asesinan a mi papá un año y medio. Es importante señalar que en este evento represivo de noviembre de 1975, donde asesinan al grueso de la familia, toda la familia Gallardo Moreno es detenida; mis tíos, mi prima de nueve años, mi abuela, todos. Luego son separados del grupo mi mamá, mi tía Mónica y mi abuelo Alberto y son llevados a Villa Grimaldi donde son torturados salvajemente. Muchos sobrevivientes recuerdan la noche del 18 de noviembre del año 1975. Posteriormente fueron trasladados a los cerros de Rinconada de Maipú, pero ya sus cuerpos habían sido asesinados. Allí levantan un montaje televisivo donde los rostros visibles son los periodistas Julio López Blanco, Roberto Araya y Claudio Sánchez.



¿Estás consciente que luego de tu detención, tu suerte podría haber sido otra, quizás, como en Argentina, tus captores podrían haberte dado en adopción a una familia militar?



Me cuesta hacer ese cruce…no lo veo en el hoy, me cuesta hacer ficción. Lo que sí sé es que la convicción de mis viejos era total, completa y absoluta. Entonces, cuando son detenidos, y yo soy detenido con mi mamá y somos llevados al Cuartel Borgoño de investigaciones, es ahí donde mi mamá me entrega a los brazos de mi abuela y le hace el encargo que me cuide. Ella tenía plena certeza que por sus convicciones ella no iba a sobrevivir a ese encarcelamiento.


¿Cómo ha sido tu vida después de tantas ausencias?


Yo puedo hacer grandes grupos de tiempo con respecto a lo que ha sido mi vida. Uno de ellos tiene que ver con mi infancia, que es una infancia bien solitaria. En la semana para mi era muy normal estar solo en la casa, porque mi abuela tenía una participación bien activa en la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos y en el accionar directo en busca de justicia, y en busca de otra cosa que es muy bella que es restituir el nombre, el buen nombre de la familia, y eso es una cosa que me ha dejado marcado permanentemente, y a ella (abuela), le ha dolido tanto o más el montaje periodístico que el asesinato.


Posteriormente, ya cuando voy creciendo, a los 15 años, me comienzan a invitar a participar socialmente en la comuna donde vivo, que es Renca. Ahí participé de lleno en lo que fueron los grupos de prevención de drogas en la organización La Caleta. Ahí comienza un recorrido organizativo importante; el apoyo a los presos políticos nacionales y a los prisioneros políticos chilenos en el Perú. Luego me voy a estudiar historia a la Universidad La Frontera e integro por largos años la compañía de teatro La Gotera. Una vez de vuelta en Santiago me encuentro con otros Hijos e Hijas y ahí se marca un paso importante en mi vida, que luego se afianza en querer saber efectivamente qué pasa con mi historia; saber quiénes eran mis padres, dónde estaban, cuál era su militancia. Porque hasta ese momento no conocía a los compañeros de mis viejos.

Ellos participaban en la Juventud Obrera Cristiana JOC, pero además eran militantes del MIR. Y dentro de lo que es, llamemos la militancia cristiana, conocí un montón de gente, como los curas obreros, que también conocieron a mis padres y siempre estuvieron bien cercanos, pero de sus compañeros del MIR no, no aparecían. Y fue en esos años de búsqueda en los cuales he ido reconstruyendo, porque estoy en un proceso permanente de reconstrucción de la memoria de mi familia. Y en ese sentido, marca un quiebre muy grande en mi vida el cumplir la misma edad que ellos tenían cuando los asesinaron. El cumplir los 30 años fue un momento muy importante para entender sus luchas de una manera más potente. Yo desde muy pequeño tengo conciencia de cómo fueron asesinados y, en la medida que fui creciendo, fui explicándome de mejor manera los detalles. Pero a partir de los 30 años, más que una búsqueda para saber cómo fueron asesinados o quiénes fueron sus asesinos, aunque la verdad es que lo he sabido desde siempre, es la búsqueda por saber cómo eran sus vidas, y eso marca también una distinción muy grande, porque también nos encontramos en algún momento en el camino, en el sentido que desde un tiempo a esta parte he desarrollado gran parte de mi historia personal relacionado con lo que es la memoria. No sólo la memoria del suceso trágico, sino la memoria que tiene que ver con su vida, con cuáles eran sus proyectos de transformación, cuál es el real significado de la dignidad de los pobres, de los populares de nuestro país y de América Latina completa. Y esa búsqueda ha sido muy interesante. El ir descubriendo y sintiendo que soy parte de una historia tremenda, de una convicción de lucha y transformación de esta sociedad a mí me llena de orgullo. En el caso de mi papá, él estuvo clandestino desde que asesinaron a mi familia, 11 meses en total, y él, conociendo de las torturas, del horror, la muerte y la masacre, decide mantenerse en la lucha. A él, muchas personas le piden que se vaya del país, entre ellos su familia, compañeros y gente ligada al mundo cristiano. Me acuerdo siempre de la conversación con un tío, hermano de él, quien me contó que le dijo “oye, hue’ón ándate, que estás haciendo, piensa en el Beto”; la respuesta de mi papá fue que sí, que él pensaba en mí, pero también en todos los Betos de Chile, y por tanto, él se quedaba en la lucha de la resistencia. Para mí ese gesto tan grande, tan noble, lleno de coraje y amor, a mí me deja tranquilo.


¿Y en todos estos años ha existido justicia para tu familia? ¿en qué está el caso judicial?


El caso estuvo por largos años en manos del Ministro Solís, que hizo un gran avance investigativo, pero para desdicha del Poder Judicial, el Ministro cesó sus funciones en diciembre del 2012, por tanto, ahí cambia de lugar la causa y queda estancada. Nosotros tenemos plena certeza desde hace muchos años de quiénes son los responsables; en general, la cúpula de la DINA y los encargados de Villa Grimaldi, por tanto, no hay un avance mayor en ese sentido, salvo en los años 2005 al 2008, en que hacemos la solicitud al Colegio de Periodistas de Chile para que haga una investigación ética respecto al rol de los periodistas durante el régimen y, específicamente, en el caso de nuestra familia. A raíz de ello, son sancionados varios periodistas de la orden: Claudio Sánchez, Roberto Araya y Julio López Blanco. Nosotros, con esa sanción, una vez que sale lo que hacemos es ampliar la querella, no sólo hacia los responsables materiales y directos de los asesinatos, sino también a los encubridores. Y en este caso, el único civil imputado en causas de Derechos Humanos es un periodista y se llama Roberto Araya. Lo malo de esta historia es que el muy cobarde y canalla se murió el 19 de julio de este año, entonces, se murió sin recibir una sanción. O sea, desde el espacio de justicia, esta es una de las causas, de las tantas causas que no tiene justicia. Tanto en el caso de Rinconada de Maipú, como también en el caso que se ha abierto el año 2008 por el asesinato de mi papá y de Mauricio Carrasco, los que fueron acribillados en la calle, no existe justicia.

A propósito de esta ola de perdones que inundan estos 40 años ¿es posible reconciliarse o perdonar a los cómplices y asesinos de tu familia y de tantos compañer@s?>

La verdad, yo no conozco la palabra justicia, menos voy a conocer la palabra perdón. Yo no las conozco, no sé qué significan. En ese sentido, he escuchado voces muy serias que hablan de perdón,  pero eso no se plasma en acciones concretas. Más encima hoy, y no sólo hoy, sino que desde hace muchos años es que se nos exige a nosotros los familiares que tengamos una actitud de perdón, cuando la sociedad en su conjunto y sobre todo las instituciones relevantes de esta sociedad, no han tenido ninguna acción concreta de perdón. Hoy escuché que la Corte Suprema en un hecho histórico realizó un “mea culpa”, pero eso debía haberse plasmado en acciones concretas. Los montajes de los cuales fueron victima tanto mi familia, como otros, como el caso de los 119, que son los dos casos por los cuales el Colegio de Periodistas ha pedido disculpas públicas a la sociedad, resulta que jamás el fallo, con la trascendencia que debió tener, ha aparecido en algún medio. Aprovecho esta tribuna para hacer un llamado para que Televisión Nacional de Chile y Canal 13, muestren cuál fue el montaje que se realizó y cuál fue la noticia real.

Hago el mismo llamado para el resto de los medios, porqué durante los años ‘80s tenemos un sinfín de montajes comunicacionales. Pero también hay que recordar lo que sucede hoy, como el montaje del caso Bombas, el caso de Elena Varela, los montajes en los casos mapuche, que son verdaderos legados que dejó la dictadura cívico militar. Porque la constitución sigue siendo la constitución de Pinochet, con todo un legado de injusticias, como el caso de las farmacias, de las AFPs, el robo en la educación, el robo en la salud. Un país que aplica medidas de desarrollo neoliberales que son absolutamente injustas, son el legado por no haber hecho justicia con los responsables de las violaciones de derechos humanos.
Entonces, mientras no haya acciones reales y concretas que tiendan a que en nuestra sociedad la justicia no sólo sea para unos pocos, sino que sea a favor de todos, yo me sumo al legado de HIJOS Internacional y su leyenda que dice “¡No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos!”

Una historia desconocida: El cruel asesinato de niños en dictadura

 

 

 

 Trescientos siete casos de menores asesinados registró la Comisión de la Verdad y Reconciliación en 1991

 

 

Una historia desconocida: El cruel asesinato de niños en dictadura

14/04/2014 |
Por Equipo Cambio21 De los cientos de crímenes que cometieron agentes del Estado durante la dictadura, hubo también algunos en que las víctimas fueron niños. Fueron más de 300, según registro de la Comisión de Verdad y Reconciliación. Por MARIO LOPEZ MOYA

Trescientos siete casos de menores asesinados registró la Comisión de la Verdad y Reconciliación en 1991. Muchos de estos chicos se encuentran aún en las listas de detenidos desaparecidos. Otros, con el tiempo, fueron apareciendo sepultados ilegalmente en fosas comunes. Otros aparecieron por coincidencia y permitieron descubrir no sólo qué les sucedió, sino quienes fueron sus asesinos. De ellos, dos son emblemáticos.

Secuestro del niño Carlos Patricio Fariña Oyarce

El menor de apenas 13 años de edad, fue detenido el día 13 de octubre de 1973 en su domicilio de la Población La Pincoya. En dicha oportunidad se registró un allanamiento que abarcó un sector de esa población y fue efectuado por el Ejército, Carabineros e Investigaciones.

Señala la hoja 12 de la sentencia de primera instancia: "a las 09,30 horas del 13 de octubre de l973, la morada de calle Los Músicos 6074, de La Pincoya fue cercada - al igual que el resto de esa población - por carabineros de dotación de la Comisaría de Conchalí y militares del Regimiento Yungay, fue así como ingresaron estos últimos a dicha vivienda y exigieron a la señora Josefina Edith Oyarce Cortés que les entregara a su hijo menor Carlos Patricio Fariña Oyarce, estudiante de enseñanza básica, sin cédula de identidad, de sólo 13 años de edad a esa fecha".

La madre del menor, doña Josefina Oyarce vda. de Fariña, expuso en el Recurso de Amparo que presentara en favor de su hijo lo siguiente: "(...) A las 09:30 horas mi modesto domicilio fue cercado por numerosos Militares y Carabineros. Dos carabineros, cuatro militares y dos personas vestidas de civil irrumpieron en mi casa y exigieron que les entregara a Carlos Patricio. Traté de darles explicaciones, pero no me escucharon. Dos carabineros sacaron al niño desde su cama y uno de ellos -de la dotación de la Comisaría de Conchalí- le dio un fuerte culatazo en el pecho, por lo que el niño cayó, lo llevaron casi arrastrándolo hasta la cancha de fútbol".

Y continuaba relatando: "En la cancha se habían agrupado a las personas sospechosas, los militares dejaban ir a algunos y mantenían detenidos a otros; me acerqué al Oficial que comandaba la tropa, suplicándole que me entregara el niño porque estaba enfermo y diciéndole que lo llevaría al juzgado apenas se mejorara. El Oficial me respondió que me alejara y que me entregaría al niño cuando estuviera grande. En un jeep militar, encañonado por dos militares, se llevaron a mi hijo con destino desconocido. Desde entonces no lo he vuelto a ver".

El homicidio

Los militares a que hace referencia la madre en el Amparo, pertenecían al Regimiento de Infantería N°3 Yungay de San Felipe. ¿Qué hacían esos soldados en Santiago? Con ocasión del Golpe de Estado de 1973, habían sido asignados para controlar vastos sectores de Quinta Normal, Pudahuel y se encontraban acantonados en un colegio de Quinta Normal, el Internado Barros Arana.

Allí fue trasladado el menor Carlos Patricio Fariña. Desde ese lugar por años se le perdió la pista. Los militares negaron en innumerables oportunidades que se encontrara privado de libertad, es más, negaron incluso que lo hubiesen detenido. Y a mayor abundamiento, negaron incluso que existiera, pues a esa edad aún no sacaba cédula de identidad. Eso contestó al Recurso de Amparo N° 299 - 74 el ex ministro del Interior de la época César Benavides. La Corte, ante la negativa de las autoridades, declaró sin lugar el Amparo.

Por aquel entonces comandaban distintas unidades del Regimiento de Infantería N° 3 de San Felipe oficiales conocidos por su fiereza, siendo incluso temidos por sus propios hombres. Uno de ellos, el comandante del Regimiento Yungay, Donato López Almarza, otro, quien fue el asesino directo de Carlos fariña, Enrique Erasmo Sandoval Arancibia.

Éste último confesó, después de varias negativas, en la causa criminal rol 2182-98, el asesinato del menor: "que en el allanamiento que se verificó en esa población (La Pincoya), observó que un niño fue detenido por personal de Investigaciones, quienes lo entregaron a personal del Ejército de su Compañía; agrega que el menor detenido fue trasladado a las instalaciones que ocupaban en el interior de la Quinta Normal (...) y fue entregado en la guardia, sin saber más de él".

Reconoce Sandoval "que esa misma noche hizo levantar a un grupo de soldados, unos doce a quince, siendo alrededor de las 02.00 horas a las 03:00 hrs., dirigiéndose con ellos a un camión particular, tolva, en el cual se trasladaron con el detenido hasta el sector del camino al aeropuerto de Pudahuel, desconociendo la identidad de su conductor".

Sin mayores problemas confiesa: "que no tenía idea cómo se efectuaba un fusilamiento, pues solamente lo había visto en películas; que puso al menor frente al pelotón integrado por unos ocho fusileros, se le subió el chaleco que vestía para cubrirle el rostro, para que de esa forma no presenciara lo que sucedía en ese momento, y luego bajó su mano en señal de disparar".

Y continúa relatando sin inmutarse: "que con posterioridad a la descarga, los conscriptos excavaron una fosa en el lugar, pues era zona arenosa lo que facilitó la excavación. Acto seguido, manifiesta el acusado, el civil mencionado sacó bencina del camión, roció el cuerpo del menor, procediendo a quemarlo para posteriormente enterrarlo en el lugar; agrega que su impresión es que el fusilamiento del menor se efectuó en la madrugada del día siguiente a su detención, lo que no tiene claro, ya que después que entregó al menor en el recinto de Quinta Normal, no lo volvió a ver hasta el momento en que se le ejecutó".

Manifiesta que luego de este hecho no quiso ver el cuerpo del menor, pero se podía apreciar, por las luces del camión que alumbraba, que había recibido impactos en diferentes zonas de su cuerpo. Reconoce además el acusado Sandoval, que regresaron enseguida a la Unidad en el propio camión, dando cuenta de ello al Mayor López, precisando que todo ocurrió en aproximadamente en el lapso de dos horas".

¿Pero cuál fue la razón del crimen?

Sandoval confiesa ante el juez que "durante la madrugada siguiente (a la detención del menor), fue llamado por el Mayor Donato López, quien le expresó que ese menor debía ser eliminado y, además, debía hacerlo desaparecer (...) que había recibido la información que este niño era un peligro para la población, con malos antecedentes y que era un "pato malo".

En las declaraciones que prestó ante Tribunales Leontina Díaz Huerta, madre del niño herido por Fariña, reconoció que ella mantenía "una relación sentimental con el Comandante Donato López, quien después del golpe militar la sacó de La Pincoya, instalándola en otra casa fuera del lugar, visitándola a veces".

No fue una razón política la que motivó el asesinato, fue una razón pasional. El Comandante del Regimiento Yungay, Donato López, para complacer a su amante, ordenó el secuestro, asesinato y posterior incineración ilegal del menor Carlos Fariña, haciéndolo desaparecer. Se valió para ello de los soldados a su mando, pero donde hubo oficiales que sin asco ejecutaron la orden a sabiendas o debiendo saber que era ilegal.

Carlos Fariña permaneció desaparecido por años, mismos años en que se negaba incluso que existiera. Pero un accidental hecho permitió conocer la verdad: Sus restos fueron encontrados en 2000, en un sitio eriazo de Américo Vespucio con San Pablo, cuando se realizaban excavaciones para la construcción de un parque industrial. La madre de Carlos Fariña falleció, víctima de cáncer, el 22 de noviembre de 1977 sin saber su paradero.

Las redes de protección no evitaron la condena

Luego de haber negado los hechos por años, el asesino directo Enrique Sandoval Arancibia decidió confesar acosado por las innegables pruebas que lo delataban Entre ellas las declaraciones de sus propios soldados. Pero no se crea que éste oficial en retiro estaba escondido, asustado o arrepentido, por el contrario, trabajaba de manera pública como "supervisor" a cargo de la seguridad ciudadana (sic) de la I. Municipalidad de Providencia, siendo Alcalde el también ex agente de la DINA, Cristián Labbé.

Tanto el "supervisor" de la seguridad de los vecinos de Providencia como López Almarza fueron procesados y acusados por el ministro Zepeda como autores del secuestro y homicidio calificado de Carlos Fariña. La Corte de Apelaciones ratificó las sentencias y lo mismo hizo la Corte Suprema. El Comandante (r) López Almarza fue condenado a 14 años,

Caso Guayacán

Dos niños, de 8 y 9 años, fueron fusilados en la Región de Coquimbo en diciembre de 1973. Sí, tal como lo lee. Todo indica que lo hizo una patrulla militar que custodiaba unos gaseoductos en una población del sector La Herradura (Guayacán), habitada por funcionarios de Impuestos Internos. Varios oficiales del Ejército han resultado cuestionados en ésta "operación" que terminó con la vida de Rodrigo Palma Moraga y Jimmy Christie Bossy.

El 24 de diciembre de 1973, tres niños -Rodrigo Javier Palma Moraga, Jimmy Christie Bossy y Patricio Díaz Gajardo-, jugaban en las cercanías de la población ubicada en la parte superior de los estanques para el almacenamiento de combustible en Guayacán, Coquimbo. Seguramente esperaban con ansias y alegría la llegada de la noche buena patricio Díaz salvó con vida porque su padre al verlo al regresar de su trabajo, se lo llevó a casa. Los otros dos niños se quedaron jugando allí. No volvieron jamás a sus hogares, al menos vivos.

La búsqueda y las represalias

La búsqueda, como en todos los casos de desaparecimiento durante la dictadura, estuvo a cargo de la familia, pero en éste caso además se sumaron los vecinos, que organizados se desplegaron por todo el sector. Imperaba el toque de queda, lo que no inhibió a que la búsqueda de los niños siguiera más allá del toque de queda.

Nelson Díaz, quien había retirado momentos antes a su hijo, junto a vecinos se dirigió hasta el último lugar en que los había visto, sin embargo no sólo no estaban los niños sino que tampoco los militares que custodiaban el lugar. Testigos relatan que horas antes habían constatado la presencia de muchos soldados, que disparaban sus metralletas de manera habitual sin que nadie supiera hacia qué blancos.

Provocó molestia la búsqueda de los niños en las autoridades de la época. La población fue cercada y se sometió a las familias de los menores a "arresto domiciliario". Toda la población fue allanada por militares armados quienes los interrogaron sobre "la desaparición de los menores" y "qué sabían de aquello".

Como si el arresto domiciliario no hubiera sido suficiente abuso, los padres de los menores empezaron a ser trasladados a menudo al regimiento, para ser torturados. Tanto fue la conmoción entre la población local que a la búsqueda se sumaron el Cuerpo de Bomberos de Coquimbo, Carabineros e Investigaciones con una brigada de Homicidios que enviada especialmente desde Santiago. Carabineros utilizó perros policiales "expertos en rastreo". No aparecieron.

Los descubrieron por casualidad

En agosto de 1978, algunos niños del vecindario mientras jugaban encontraron los restos de los menores. Se encontraban sepultados a orillas del camino que conduce a la playa La Herradura, cercano a los depósitos de combustible, y a una distancia de, aproximadamente, 100 metros de las casas. Extraño lugar aquel en que fueron descubiertos, pues en dicho lugar se habían desplegado todos los medios y no fueron habidos.

"Debido a esto y otros antecedentes presumimos que los cuerpos fueron colocados allí con posterioridad", señala el abogado y actualmente parlamentario Hugo Gutiérrez. En el Instituto Médico Legal de Santiago, se realizaron los peritajes. A los padres se les indicó que la causa de muerte era "a consecuencia de impactos de bala de grueso calibre, provocándoles la destrucción del 75% del cráneo", y agregando que "esos proyectiles los usan sólo el Ejército". Sin embargo, el médico les señaló que "no podía certificar esa causa de muerte". "Efectivamente el certificado señala 'causa de muerte indeterminada'", agrega Gutiérrez.

Todos los antecedentes parecieran indicar que el grupo de militares que estaba de guardia en ese momento, fue el que fusiló a los niños. Después, escondieron los cuerpos para volver a enterrarlos en las cercanías cuando la búsqueda de la policía y los vecinos terminó. Por eso no había ningún militar cuando los vecinos los buscaron en los estanques.

El miedo y las anteriores represalias que los padres habían sufrido, les inhibió a presentar acciones judiciales. Cheyre en esta querella presentada, ha sido citado en calidad de 'inculpado'. El abogado Gutiérrez es claro en señalar que "se ignora qué participación específica tuvo". Pero es enfático en asegurar que su testimonio es vital para saber la verdad. "Es razonable pensar que él, como ayudante del comandante, supo de los hechos y está al tanto de la participación de la patrulla militar", afirma. Es necesario recordar que los delitos cometidos contra menores quedan excluidos de la Ley de Amnistía.

¿Cuál fue la razón para tan bestiales asesinatos? Los niños como los de estos casos fueron cientos. Sin sentido, sin control, sin el más mínimo comportamiento humanitario. Las condenas, cuando las hubo, fueron increíbles, un crimen de un niño pagó menos que el robo de una gallina. Hoy, a su lado, de seguro transitan libres muchos de estos asesinos. Algunos cuidaron su "seguridad", incluso. Protegidos por cómplices y por un sistema ineficiente, a veces a sabiendas. Juzgue usted si los niños de Guayacán representaban un peligro a la seguridad nacional o, si Carlos Fariña mereció morir de la manera brutal en que fue asesinado, para satisfacer pasiones, mezcla de sexo y poder.

Los inculpados del Caso Guayacán

La querella criminal interpuesta por los abogados Juan Bustos y Hugo Gutiérrez, alcanza a Ariosto Lapostol Orrego, comandante del Regimiento Arica y Juan Emilio Cheyre Espinoza, que en aquel momento se desempeñaba como ayudante del anterior. También se dirigió en contra de Augusto Pinochet y todos los que resulten responsables. La querella cita a Osvaldo Pincetti, quien mantuvo secuestrados a los padres de los niños, y al oficial Carlos Verdugo Gómez, que formaba parte de la Unidad Especial de Inteligencia del Regimiento Arica.

Las palabras del hijo del general (r) Manuel Contreras, son decidoras en este ilícito. "(Cheyre) sacó a todos los suboficiales que trabajaron en la DINA, pero dejó en el alto mando a generales que hoy están activos y que participaron en fusilamientos. No sé si el presidente Lagos estaba al tanto cuando ascendió al grado de general a tres oficiales que participaron en fusilamientos por Consejos de Guerra en 1973, en San Bernardo, Calama, Pisagüa y Arica".

Y es directo para incriminar a Cheyre sobre la desaparición y asesinato de los niños: "Y hay otra situación, en que mueren dos niños en La Serena. Había un aviso de que el MIR, durante el toque de queda, iba a colocar unos explosivos en unos estanques de combustible. El Ejército puso guardias, los soldados vieron dos siluetas y dispararon. Después se dieron cuenta de que eran niños. Cheyre dice que esa Navidad estaba en la casa de sus suegros, en Iquique. Pero en ese regimiento era vox populi lo que había ocurrido y él nunca dijo nada (...) ", sentencia.

Fusilero termina vomitando

Un último recordatorio, extraído de la declaración de un ex soldado del Regimiento Yungay y que consta del expediente del Caso Fariña: "Nos hicieron formar, de pie, frente a los detenidos, que eran varios, no podría precisar la cantidad, pero eran más de diez. Luego iba pasando por detrás de ellos uno de los oficiales, le parece que era Araneda, quién les daba un leve golpe en el casco y les decía, alternadamente, "tú a la cabeza, tú al corazón".

Otro de los oficiales, el teniente Cerda, quién usaba boina negra, les gritaba "preparen, apunten, fuego", en ese lapso en que miraba a la gente que gritaba asesinos, pues estaban desesperados, él (soldado) no sabía qué hacer, por lo que disparó hacia el aire, sin poder disparar al cuerpo de las víctimas; agregando que estaba muy asustado, ya que los habían amenazado previamente que en caso de no cumplir la orden, los fusilarían en el acto, por desertar en estado de guerra.

Añade el soldado en el expediente: "cayeron abatidas las personas, concurriendo hasta ellos los oficiales y algunos cabos de planta, además de algunos fusileros, recuerda que también se acercó a mirar, pero cuando observó que los oficiales comienzan a rematar en el suelo a los fusilados, pues algunos habían quedado vivos, disparándosele a la cabeza e incluso, manifiesta, unos de los oficiales le dispara en los glúteos a una de las personas a la que se le habían caído sus pantalones, ante ese acto tan brutal e inhumano, refiere el soldado, se fue a uno de los camiones, y comienza a vomitar, momentos en que un cabo de apellido Tapia se acerca a él, le dice que había desertado y que por eso lo podían matar de inmediato".

Declaratoria final del encuentro internacional de H.I.J.O.S. OCTUBRE 2010

Declaratoria final del encuentro internacional de H.I.J.O.S. Octubre 2010

 


"Somos hijos e hijas de una misma historia."




HIJOS
Las y los reunidos en el encuentro internacional de hijos e hijas en México del 6 al 8 de octubre del 2010, en representación de nuestras organizaciones:



-Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, Red Nacional Argentina;
-Hijos Chile;
-Hijos e hijas por la memoria y contra la impunidad Colombia;
-Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, España y Francia de Red Europa;
-Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, regional Guatemala;
-Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, regional México;
-Hijos Uruguay;
-Hijos Perú;

E invitando también a quienes quieran sumarse a esta declaratoria de principios y acuerdos, manifestamos:

Somos hijos e hijas de una misma historia.

Somos hombres y mujeres que compartimos experiencia de represión, aunque vinculada a procesos distintos: las dictaduras militares en Chile, Uruguay y Argentina; la guerra y el conflicto político, social y armado  en Guatemala, Perú,  Colombia y México; éste junto a España y Francia, como países receptores del exilio y la persecución y  a su vez, albergue de represores.

Pero no sólo nos une el horror, también somos hijos e hijas de las luchas de los pueblos de América Latina y somos personas comprometidas a trabajar contra la impunidad que traspasa nuestras fronteras.

Subvertimos el dolor en fuerza y la tristeza en rebeldía.


Porque romper el silencio y denunciar el terrorismo de Estado que se implementó e implementa en nuestros países es, para nosotros y nosotras, una manera de trabajar por un mundo más justo donde no existan la desigualdad y la injusticia que el imperialismo ha promovidoe impulsa utilizando métodos represivos.

En nuestra lucha nos guían tres ejes indisociables:
Identidad:

Nosotros y nosotras, que hemos visto en Latinoamérica la opresión a la resistencia política, impulsada por el terrorismo de Estado y las estrategias de Estados Unidos, reconocemos y reivindicamos hoy la lucha de nuestros padres y madres, que consideramos vigente, y nos sentimos orgullosos de ser hijos de una generación que dio lo mejor de sí para hacer del mundo un lugar más justo, bello e igualitario.

Ahora, elegimos partir desde nuestras historias individuales para expresarnos de manera colectiva con una nueva forma de hacer polítia, la nuestra.

Partimos de las fotos en blanco y negro, con los rostros de las víctimas de la barbarie, y las llenamos de colores cargados de memoria, de música y de vida. Integramos el arte y seguimos  en la búsqueda de una estética de nuestra generación, valorando la diversidad.

Memoria:



Concebimos a la memoria como un verbo y no un recuento de datos del pasado. Para nosotros es un principio de acción que va de lo individual a lo colectivo y, además de dignificarnos, nos sitúa como sujetos activos en el presente y futuro de nuestras sociedades.

Rompemos el silencio con denuncias de injusticias pasadas y presentes, pero esperamos también que los pueblos tomen el desafío de construir sus propios destinos. Porque, para nosotros y nosotras, un pueblo sin memoria es un pueblo sin identidad y, por tanto, sin futuro.

Reconocemos el desafío de la institucionalización de la memoria como un asunto que nos interpela, pero no cederemos a que la memoria deje de ser viva, activa, ni pierda su potencialidad transformadora.


Justicia:

Señalamos que la represión adquiere nuevos nombres y formas. Hoy son la lucha contra el terrorismo, la doctrina de tolerancia cero, la judicialización de la protesta social, persecución a luchadores políticos y la criminalización de la pobreza.

En su nombre se justifican la violación de derechos, se restringen las democracias y se afectan las conquistas populares, como ocurrió con el golpe de Estado en  Honduras y los intentos fallidos en Ecuador, Bolivia y Venezuela.

Aunque en algunos de nuestros países existen avances formales en materia legal, ello no significa que se apliquen ni se transformen en posibilidad de justicia. La impunidad es moneda corriente por ser parte estructural de los regímenes en que vivimos. Al luchar contra ella, exigiendo el juicio y castigo a los responsables de ayer y hoy, intentamos aportar a la construcción de sociedades más justas, tanto desde las peleas en tribunales como en las calles, buscando una condena social.

---Por todo lo antes dicho, denunciamos:
- Que el terrorismo de Estado continúa vigente y adquiere nuevas formas, como las leyes antiterroristas y judicialización de las luchas, con el fin de paralizar a nuestras sociedades y robar riquezas materiales, culturales y espirituales.

- Que la militarización y la intervención extranjera violan en nuestros países el principio de autodeterminación de los pueblos y generan condiciones para
posibles golpes de Estado.


- Que muchos de nuestros estados siguen cometiendo la desaparición forzada en contra de luchadores sociales. Sean de hace 50 años, diez, o 15 días, igualmente los desaparecidos y las desaparecidas nos faltan a todos y todas, todos los días, y no bajaremos la voz ni los brazos para exigir su
aparición con vida.


Conocemos en carne propia la crueldad del terrorismo de Estado. Hemos experimentado el dolor y la impotencia de las desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, asesinatos, persecuciones, torturas, exilio, masacres, genocidios, apropiaciones de niños,  encarcelamientos y delitos de lesa humanidad, por razones políticas.

Ese dolor nos atraviesa el cuerpo y fue pensado para aislarnos, acallarnos y paralizarnos. Pero no logró derrotarnos. Ni el crimen más cruel ha podido hacer desaparecer el espíritu y la voluntad de lucha por un mundo mejor.
Desde México, juntos, reafirmamos nuestro compromiso por trabajar con la memoria como escudo, la identidad como nuestra mayor fortaleza y la justicia como nuestra bandera.


NO OLVIDAMOS, NO  PERDONAMOS, NO NOS RECONCILIAMOS

RED INTERNACIONAL DE HIJOS

Ciudad de México, 8 de octubre de 2010

CARTA DE BETO (ALBERTO RODRÍGUEZ) A CANAL 13 TV POR PROGRAMA "VOLVER A VIVIR"



en Chile  los
HIJOS no olvidamos, no perdonamos y  no nos reconciliamos.
Alberto Rodríguez





Queridos y queridas, no se si han visto el programa "volver a vivIr" de
canal 13 los domingo en la noche, bueno pues yo le he visto hace como
4 semanas y he visto con rabia como han colocado dos personajes bien
particulares un torturador en proceso de rehablitación de alcohol y
drogas y un hijo de Detenido Desaparecido al cual no le interesa nada
de lo concerniente  a su padre porque esas son cosas del pasado en
donde están pegados. No me aguante la indignación y le escribí al
canal, aquí les envio el texto original el cual está cargado de rabia
porque me siento nuevamente violentado, por el mismo canal hace 35
años atrás presentaba la noticia del falso enfrentamiento entre mi
familia y aparatos represivos de la dictadura.
Veamos que dicen luego desde el canal, si es que algo dicen
saludos.

"Desde hace algunas semanas he visto, por recomendación de gente amiga,
la serie "volver a mi", que trasmite su estación los días domingo en
la noche, y me he llevado la inmensa sorpresa  de ver que dos de los
personajes que aparecen en la serie, representan nada mas y nada menos
que a un torturador de la dictadura y a un hijo de un detenido
desaparecido. He visto con horror como se ha comenzado a realizar un
lavado de imagen del torturador, mostrando sus demonios internos, su
alto nivel cultural, su sentido del arrepentimiento o por lo menos de
un evidente cuestionamiento a su escondido pasado, además de ser
galante y cautivador incluso con su terapeuta (protagonsita de la
serial). Por otra parte, el hijo del Detenido Desaparecido, joven que
no le interesa su pasado, ni la reconstrucción de su vínculo con
padre, ni con la historia de su país, nada más alejado de la realidad,
me parece francamnete vergonzoso que presenten estos personajes a modo
de propuesta, ya que  demostran que no conocen en absoluto la realidad
de los hijos e hijas de los desaparecidos, ejecutados y torurados de
este país, del cual yo también formo parte. Me parece que es
inaceptable que antepongan  la vida, emociones, cuestionamientos o
sea, la mirada  desde un torturador, cuando NUNCA, desde el desarrollo
de la ficción televisiva, se ha tratado la temática del terrorismo de
estado vivido por nosotros los familiares, como nos llega  a diario
la violencia televisiva, el revisionismo de la historia  reciente, en
la que ustedes, nuevamente se hacen cómplices. Y digo nuevamente
cómplices ya que su estación televisiva hace 35 años atrás dieron la
noticia que mi madre, mi tio, mi tia embarazada y mi abuelo fueron a
realizar un asalto a unas dependencias militares en la rinconada de
Maipú, ustedes por inetermedio de su periodista Claudio Sánchez dieron
a conocer al mundo que mis familiares eran unos extremistas y que 30
años después, cundo el colegio de periodistas de Chile pide disculpas
públicas por los casos en que se falsearon las noticias desde los
medios de comunicación, su estación televisiva guardó silencio.  Es
sencillamente repugnante al ver y saber con certeza, que ninguno de
los represores JAMÁS, ha prestado colaboración con la Justicia, ni
para encontrar restos de Dasaparecidos, ni menos para enjuiciar como
corresponde a los responsables intelectuales del genocidio vivido en
Chile. No encuentro calificativos par expresar mi más profundo repudio
al que se instaure en un primer lugar la perspectiva de un asesino,
torturador, por sobre las otras realidades, me imagino saben
perfectamente bien al realizar el presente guión, que hasta la fecha
según el informe Valech existen 27.000 presos políticos y torturados
en nuestro país y eso que aún falta la información referente al
segundo llamado de calificación del cual ya se habla de aprox. 35.000
nuevas presentaciones, o sea que la tortura es la forma de represión
más grande y brutal desarrollada durante la dictadura en Chile, y Uds.
Presentan  los valores y cuestionamientos morales de un torturador
como si fuera un Santo al borde de la Redención?
Lamento profundamente el constatar una vez más la falta de decisión de
decir las cosas con su nombre, que sigamos siendo violentados por los
medios masivos de comunicación, empeñados en desconocer una y otra vez las vivencias y las luchas de nuestros familiares y las de nosotros en
esta eterna búsqueda de memoria, identidad y justicia. Hace poco más
de dos meses se realizó un encuentro internacional de HIJOS en México*
y dede la declaración final (a la cual desde Chile adscribimos), se ve
claramente que seguimos en el camino de la Memoria, contra el Olvido y
el Silencio, que nos oponemos a los  intentos  realizar "revisiones"
acerca de los horrores vividos,  que en este contexto de un nuevo
intento de solapar las políticas de exterminio de la dictadura,
proponiendo las experiencias de un alcoholico que se enfrenta a sus
demonios, como si esta situación fuera una situación casual, un hecho
aislado;   quiero expresar con voz fuerte y clara  que en Chile  los
HIJOS no olvidamos, no perdonamos y  no nos reconciliamos.
Alberto Rodríguez
Psicopedagogo
Especialista en Problemas de Aprendizaje"

http://www.hijosmexico.org/index-encuentro_internacional_de_h.i.j.o.s._2010

CARTA DE BETO ( ALBERTO) RODRIGUEZ A CANAL 13 POR PROGRAMA VOLVER A VIVIR.



Queridos y queridas, no se si han visto el programa "volver a vivr" de
canal 13 los domingo en la noche, bueno pues yo le he visto hace como
4 semanas y he visto con rabia como han colocado dos personajes bien
particulares un torturador en proceso de rehablitación de alcohol y
drogas y un hijo de Detenido Desaparecido al cual no le interesa nada
de lo concerniente  a su padre porque esas son cosas del pasado en
donde están pegados. No me aguante la indignación y le escribí al
canal, aquí les envio el texto original el cual está cargado de rabia
porque me siento nuevamente violentado, por el mismo canal hace 35
años atrás presentaba la noticia del falso enfrentamiento entre mi
familia y aparatos represivos de la dictadura.
Veamos que dicen luego desde el canal, si es que algo dicen
saludos
Desde hace algunas semanas he visto, por recomendación de gente amiga,
la serie "volver a mi", que trasmite su estación los días domingo en
la noche, y me he llevado la inmensa sorpresa  de ver que dos de los
personajes que aparecen en la serie, representan nada mas y nada menos
que a un torturador de la dictadura y a un hijo de un detenido
desaparecido. He visto con horror como se ha comenzado a realizar un
lavado de imagen del torturador, mostrando sus demonios internos, su
alto nivel cultural, su sentido del arrepentimiento o por lo menos de
un evidente cuestionamiento a su escondido pasado, además de ser
galante y cautivador incluso con su terapeuta (protagonsita de la
serial). Por otra parte, el hijo del Detenido Desaparecido, joven que
no le interesa su pasado, ni la reconstrucción de su vínculo con
padre, ni con la historia de su país, nada más alejado de la realidad,
me parece francamnete vergonzoso que presenten estos personajes a modo
de propuesta, ya que  demostran que no conocen en absoluto la realidad
de los hijos e hijas de los desaparecidos, ejecutados y torurados de
este país, del cual yo también formo parte. Me parece que es
inaceptable que antepongan  la vida, emociones, cuestionamientos o
sea, la mirada  desde un torturador, cuando NUNCA, desde el desarrollo
de la ficción televisiva, se ha tratado la temática del terrorismo de
estado vivido por nosotros los familiares, como nos llega  a dirario
la violencia televisiva, el revisionismo de la historia  reciente, en
la que ustedes, nuevamente se hacen cómplices. Y digo nuevamente
cómplices ya que su estación televisiva hace 35 años atrás dieron la
noticia que mi madre, mi tio, mi tia embarazada y mi abuelo fueron a
realizar un asalto a unas dependencias militares en la rinconada de
Maipú, ustedes por inetermedio de su periodista Claudio Sánchez dieron
a conocer al mundo que mis familiares eran unos extremistas y que 30
años después, cundo el colegio de periodistas de Chile pide disculpas
públicas por los casos en que se falsearon las noticias desde los
medios de comunicación, su estación televisiva guardó silencio.  Es
sencillamente repugnante al ver y saber con certeza, que ninguno de
los represores JAMÁS, ha prestado colaboración con la Justicia, ni
para encontrar restos de Dasaparecidos, ni menos para enjuiciar como
corresponde a los responsables intelectuales del genocidio vivido en
Chile. No encuentro calificativos par expresar mi más profundo repudio
al que se instaure en un primer lugar la perspectiva de un asesino,
torturador, por sobre las otras realidades, me imagino saben
perfectamente bien al realizar el presente guión, que hasta la fecha
según el informe Valech existen 27.000 presos políticos y torturados
en nuestro país y eso que aún falta la información referente al
segundo llamado de calificación del cual ya se habla de aprox. 35.000
nuevas presentaciones, o sea que la tortura es la forma de represión
más grande y brutal desarrollada durante la dictadura en Chile, y Uds.
Presentan  los valores y cuestiionamientos morales de un torturador
como si fuera un Santo al borde de la Redención?
Lamento profundamente el constatar una vez más la falta de decisión de
decir las cosas con su nombre, que sigamos siendo violentados por los
medios masivos de comunicación, empeñados en desconocer una y otra vez las vivencias y las luchas de nuestros familiares y las de nosotros en
esta eterna búsqueda de memoria, identidad y justicia. Hace poco más
de dos meses se realizó un encuentro internacional de HIJOS en México
y dede la declaración final (a la cual desde Chile adscribimos), se ve
claramente que seguimos en el camino de la Memoria, contra el Olvido y
el Silencio, que nos oponemos a los  intentos  realizar "revisiones"
acerca de los horrores vividos,  que en este contexto de un nuevo
intento de solapar las políticas de exterminio de la dictadura,
proponiendo las experiencias de un alcoholico que se enfrenta a sus
demonios, como si esta situación fuera una situación casual, un hecho
aislado;   quiero expresar con voz fuerte y clara  que en Chile  los
HIJOS no olvidamos, no perdonamos y  no nos reconciliamos.
Alberto Rodríguez
Psicopedagogo
Especialista en Problemas de Aprendizaje

miércoles, 16 de abril de 2014

TESTIMONIO EN DIRECTO DESDE EL PALACIO DE LA MONEDA Y EL EPICENTRO DEL CONFLICTO: Fito Abarzúa

Tercer Milenio edición número 26

TESTIMONIO EN DIRECTO DESDE EL PALACIO DE LA MONEDA Y EL EPICENTRO DEL CONFLICTO: “A LAS 3 DE LA MADRUGADA DEL 11 ME LLAMA MI JEFE DE LA OIR Y ME DICE: “FITO, EL GOLPE COMENZÓ…”

LIVING TESTIMONY FROM THE PALACE OF LA MONEDA AND THE EPICENTER OF THE CONFLICT: “AT 3 AM 11 MY BOSS FROM THE OIR CALLED ME AND TOLD ME: ‘FITO’, THE COUP BEGAN”


RESUMEN:
‘Fito’ Abarzúa era estudiante de Periodismo de la Norte y el golpe de Estado lo encontró trabajando en el palacio de La Moneda. Un oficial de carabineros le apuntó un arma a la cabeza, pero le dice al oído ¡Ándate tu vida ya no vale un centavo! El autor narra desde el epicentro del conflicto los pormenores del bombardeo al palacio de La Moneda en Santiago y los enfrentamientos en el centro.
ABSTRACT:
Fito ‘Abarzúa was a student of Journalism of the University of the North and he found himself in the middle of the coup d’état working in the palace of La Moneda and without enough knowledge. A police officer pointed a gun at his head, but he whispered him: Go away from here, your life is not worth a dime! From the epicenter of the conflict, the author narrates the details of the bombing of La Moneda Palace in Santiago and several violent clashes in the city centre.
Fito ‘Abarzúa was a student of Journalism of the University of the North and he found himself in the middle of the coup d’état working in the palace of La Moneda and without enough knowledge. A police officer pointed a gun at his head, but he whispered him: Go away from here, your life is not worth a dime! From the epicenter of the conflict, the author narrates the details of the bombing of La Moneda Palace in Santiago and several violent clashes in the city centre.
PALABRAS CLAVES: GUERRA CIVIL, BOMBARDEO, MERCADO NEGRO, OBREROS. KEYWORDS: CIVIL WAR, BOMBING, BLACK MARKET WORKERS.
* Alumno de periodismo de la Norte y funcionario de la OIR en 1973. Actualmente es periodista y columnista del diario El Tribuno de Salta. Contacto: fabarzua@el tribuno.com.ar


El 10 de septiembre de 1973, los que trabajábamos en cargos menores en la Oficina de Informaciones y Radiodifusión de la Presidencia de la República (OIR) -periodistas, operadores, camarógrafos, ordenanzas, otros técnicos y personal de servicio-, todos militantes de una u otra fuerza que adscribía al gobierno de la Unidad Popular (UP) que encabezaba Salvador Allende, sabíamos que las cartas estaban echadas.
De una u otra manera, teníamos certezas, por diferentes fuentes de información o sólo por pálpito, que el golpe de Estado era inminente.
Los militares habían ganado la calle, amparados en una Ley de Control de Armas. Las patrullas recorrían Santiago -y lo mismo ocurría en todas las ciudades del país-, deteniendo y requisando a todo ciudadano, especialmente a los poseedores de aspecto obrero o aquéllos que llevaban puesto el uniforme de la Vía Chilena al Socialismo: bigotes, pelo largo y aspecto ‘beatlemaníaco’.
El Partido Comunista convocaba a reuniones de base, donde sus líderes proclaman “No a la guerra civil”, algo que, honestamente, me parecía absurdo. Me había tocado por suerte ser hijo de un militar, ya fallecido, radical, demócrata y masón, ex campeón intercontinental de equitación, de quien había aprendido algo: las guerras civiles sólo existen en países en los que el Ejército se divide ideológicamente, cosa que no puede ocurrir en Chile porque sus tropas no tienen estado deliberativo, sólo reciben órdenes.
A las 3 de la madrugada del 11 de septiembre, recibí una llamada. Era mi jefe, el Director de la OIR, Juan Ibáñez Elgueta, quien me dijo: “Fito -mi apodo-, el golpe comenzó”. A esas alturas, Chile era un caos. No había nada en el mercado oficial y, clandestinamente, los especuladores hacían su agosto: se desplazaban sigilosamente y ofrecían todo lo que no se hallaba en el comercio formal.
Las calles eran violencia pura. Cuadros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y otros, mantenían continuos enfrentamientos con agentes de la ultraderechista Patria y Libertad (y sus aliados), una organización filo-nazi con un emblema análogo a la esvástica hitleriana, mientras carabineros lanzaban bombas lacrimógenas minuto tras minuto.
Era, realmente, terrible.
La OIR fue mi primer trabajo formal. Y fue, efectivamente, muy positivo puesto que más allá o acá de lo que ocurrió en el país, me entregó una clase de periodismo único, en un momento irrepetible en la historia nacional, donde pude reportear, dialogar, discutir con los más variados personajes de la escena nacional de entonces y -por el hecho de que mi puesto de trabajo estaba en La Moneda-, mantener una estrecha relación con detectives, carabineros, integrantes de la GAP (Grupo de Amigos Personales, la custodia del presidente Allende), lo que me enseñó el pensamiento de segmentos sociales que estaban lejos de mi formación.
A las 6 de la mañana del 11, me presenté en la casa de mi vecino -y por entonces una especie de padrino político-, Sergio Insunza, ministro de Justicia. “Las cosas están mal compañero -le expresé-, pero él, lejos de mostrarse afectado por lo que estaba ocurriendo -las calles de Santiago rechinaban por el paso de las orugas de los tanques y ya se escuchaban tiros-, se satisfacía con un opíparo desayuno sureño de jamón revuelto con huevos fritos y parecía no estar preocupado. “En Chile no pasan estas cosas”, me dijo, y continuó con su banquete. “Cálmate”, agregó.
Media hora después, estábamos rumbo a La Moneda. Ambos llevábamos sendas armas de fuego y pienso que los integrantes de su guardia, que eran jóvenes, serios y formales, también. Ninguno de ellos hacía expresión alguna cuando observábamos el paso de las tropas. Chile, había cambiado definitivamente.
Esas cosan que no pasaban en nuestro suelo, estaban pasando. No sé cómo, pero llegamos frente a la puerta principal de La Moneda.
“Bájate”, me dijo Sergio Insunza. La zona estaba rodeada de militares fuertemente armados. Miré hacia el interior y advertí que hombres portando metralletas y mujeres del staff administrativo, corrían nerviosamente por el Patio de los Naranjos, el corazón social del edificio pergeñado por el arquitecto Toesca. Hacía frío en Santiago y lloviznaba. Miré en todas direcciones y comprendí que estaba en el ojo de una tormenta grado 5.
Sin meditar mucho, caminé hacia el pórtico de La Moneda, pero me salió al encuentro el teniente Varela, un carabinero de mi misma edad, pero 20 centímetros más alto, con quien solíamos conversar animadamente y participar en encuentros de fútbol. Nos miramos brevemente. Yo, sin comprender mucho cómo venía barajado el naipe con él.
Por el contrario, Varela se veía seguro y me enfrentó. Sacó su arma reglamentaria, me la puso en la cabeza pero su voz era distinta a su actitud. “Fito -susurró-, ándate de inmediato. Dentro de un rato, la vida de ninguno de la UP vale un centavo”.
“Ok”, le contesté. Di media vuelta y caminé, a paso rápido, entre medio de centenares de soldados y maquinaria bélica apostada alrededor de la casa de los presidentes, y me dirigí hacia el Ministerio de Justicia, a pocos metros, en una calle paralela, donde estaba Insunza.
Subí las escaleras y llegué al despacho del funcionario de Estado, quien se hallaba rodeado de sus más cercanos colaboradores y del entonces director del Registro Civil, cuyo nombre se me ha hundido en los pliegues de la memoria. “Hola”, dijo Sergio.
“Tenemos que irnos a la mierda”, le repliqué. No esperé jamás que me respondiera lo que escuché: “Tranquilo, tranquilo…estas cosas no pasan en Chile, huevón. Ya hay movimientos militares en defensa de la democracia”. La mañana no había concluido y los disparos de armas automáticas y artillería recrudecían segundo a segundo.
Algo pasó en la calle. Fuimos hacia una ventana con el director del Registro Civil, quien, como buen funcionario, estaba de traje príncipe de Gales, camisa blanca y corbata y observamos que en medio de una humareda, producto de una explosión, un hippie vestido de negro, en una bicicleta blanca, desafiaba a su propia existencia, pedaleando quién sabe hacia dónde.
Por la radio sentimos que los militares anunciaban que bombardearían La Moneda si no había rendición incondicional de Allende.
El ministro de Justicia, por teléfono interno, se comunicó con Briones, el titular de la cartera del Interior, al que todos conocíamos como Condorito, por la prominente nariz que portaba. El diálogo fue corto, pero Insunza lo comentó con voz quebrada. “Me dijo que el presidente le aseguró que sólo saldría de La Moneda con las ‘patas pa’ delante’ “.
Con el elegante funcionario del Registro Civil, subimos a la terraza. Pero al pasar por el cuarto piso y abrir una puerta, nos hallamos con dos militantes del MIR, que estaban  detrás de un par de metralletas con trípode. “Les vamos a enseñar quiénes somos”, dijeron los desconocidos.
Ya en la parte alta, sentimos el ruido de uno de los aviones que bombardearía el palacio. Se sintió una especie de ‘click’ y microsegundos después, observamos cómo uno de los misiles -por entonces llamados rockets-, ingresaba con precisión por una de las ventanas del histórico edificio. Luego otro y otro. La balacera era incesante. Y al infierno desatado por la Fuerza Aérea, se sumaba un concierto de estallidos que provenía desde los cuatro puntos cardinales.
“Sergio -dije al ministro-, tenemos que irnos de aquí en cuanto se dé la oportunidad”. Y agregué, en un rapto de lucidez: “Todos tenemos que afeitarnos y salir peinados. De otra manera, seremos historia”.
Yo era el menor de todos, pero, a nadie le importó y uno a uno fuimos sacándonos las pilosidades “upelientas” con la única máquina de afeitar que apareció desde la nada. Poco después, bajamos hacia el subsuelo del inmueble y destruimos, en la caldera, todo tipo de documento que nos pudiera comprometer.
Horas más tarde, hubo una especie de tregua para que los empleados públicos y privados salieran desde sus lugares de trabajo y regresaran a sus hogares. Nosotros, salimos uno a uno.
“Mi cuñado David Silberman”…
En la calle, ad portas de un hotel, dos peruanos, vestidos de traje y corbata, en ese momento de calma, se dirigieron a un oficial, que miraba agresivamente a los que trataban de escapar del epicentro del conflicto. “Los felicitamos por lo que han hecho”, expresaron.
Sin embargo, tales loas no fueron sino el estímulo para que el uniformado les replicara: “¡Qué se meten ustedes cholos de mierda!”, luego de lo cual sus lugartenientes, los tomaron a patadas.
No había caminado más de cuatro cuadras y frente a mí y otros, mientras un mayor vestido con el uniforme habitual y no de combate gritaba “¡apúrense, salgan del centro!”, se advertía el cadáver destrozado de una mujer alcanzada por un proyectil de una ametralladora Punto 30. No sé cómo, llegué a mi casa.
Dos meses después, un militar amigo de mi familia, se comunicó escuetamente conmigo. “Te doy una semana para que te vayas”. Al otro día, estaba, con mi mujer, embarazada de ocho meses y mi hijo Martín, de dos años, en Buenos Aires. Mi cuñado, David Silberman, gerente general de Chuquicamata, fue detenido, y no apareció más.
Comenzó para nosotros, y como a muchas otras familias chilenas, una nueva vida. No la que deseábamos en esos momentos. La tristeza no se ha ido jamás de nuestros corazones.