viernes, 13 de junio de 2014

Mi historia, tal vez, es la de muchos...Testimonio de un Ex Menor



MI HISTORIA VIVIDA  (1973)

Mi historia, tal vez, es la de muchos en donde sólo cambian los nombres de los actores, pero las vivencias se repiten una y otra vez.
Nací en Coronel en 1957, mi padre minero del carbón mi madre dueña de casa, como hijo menor de este clan, vi los ejemplos de mis padres y hermanos. Viví en esta comuna de Concepción hasta la edad de siete años. Mi padre fue minero del carbón, lo recuerdo como un varón trabajador, esforzado y luchador, fuimos 9 hermanos (dos fallecieron).
A los siete años de mi vida nos trasladamos a un campo cercano a la ciudad de Los Ángeles a doce kilómetros, un lugar que me fascinó, hermosos huertos de manzanas, ¡¡precioso!!. El tiempo pasaba, el salario de la gente de aquel fundo se pagaba cada dos meses o más, existía la llamada pulpería (locales de provisiones que usaban los dueños de fundo) de esa forma se abastecían los hogares de alimentos pero no veían su dinero, las leyes no beneficiaban a los campesinos al contrario existía muy poco apoyo hacia este sector obrero.
Al poco tiempo, se formó un sindicato de trabajadores, mi padre fue elegido presidente de este sindicato y un cuñado esposo de mi hermana, secretario y empezaron las luchas para los dirigentes, con disidentes, muchos que no entendían que significaba un sindicato, con muchos que temían a las reacciones del empleador y a sus represiones, hubo muchos sacrificios de parte de los dirigentes logrando muy pocos objetivos, terminó su periodo como presidente en aquel predio renunció y nos mudamos a la ciudad de Los Ángeles, mi padre ya estaba en una edad avanzada. Transcurría el año 1970, y ya con 13 años estudiaba en la escuela básica N°6, de a poco me empecé a interiorizar en la política del país. Ese año empecé a participar activamente en las juventudes Socialistas, que era lo que mas me identificaba y que identificaba también a mi familia, leía libros, historias del Che Guevara, donde aparecían sus vivencias políticas, constantemente me reunía con líderes del partido socialista en la sede del partido. Para las elecciones donde salió Allende presidente, nuestro trabajo fue arduo, participando en concentraciones de izquierda, pegando afiches a altas horas de la noche, haciendo guardia en lugares estratégicos, ya que, en nuestra ciudad la derecha y los latifundistas son muchos y donde el monopolio era de derecha, incluso hasta hoy. Empecé a participar en cursos de defensa personal, posteriormente, a tomar parte del grupo de choque del partido, apoyando constantemente en las tomas de algún fundo, colegio, o donde algún grupo específico necesitara apoyo, como FTR, etc.etc.
En el año 1973, ingresé a 1°medio en la escuela industrial de Los Ángeles, colegio muy emblemático, con especialidades en mecánica, hojalatería y torno. Ese año lo iniciamos con foros escolares en la casa de la cultura, de a poco empezamos a conocernos entre los alumnos nuevos y los antiguos, éstos de 1° a 4° medio, el centro de alumno era de derecha y citaba a reunión y empezamos a ubicarnos, allí habían del partido comunistas, socialistas, mapu, etc. Mas adelante hubieron algunas protestas y fue necesario ubicar líderes en cada curso y allí tomé esa responsabilidad, debí ubicar en mi curso los compañeros más idóneo para hacer política dentro del colegio, allí participamos en diversos foros, huelgas e incluso, aunque no recuerdo, en el país hubo una marcha que venía de Punta Arenas por el sur y de Arica por el norte y que ambas debían juntarse en Santiago y de cada ciudad debían ir uniéndose a esta marcha. El director del colegio nos autorizó a ir a esperar a esta caravana a Mulchén, la movilización para los del industrial fue un camión y en ello nos trasladamos hasta dicha comuna, al llegar se nos comunica que los de la marcha estaban a un kilómetro de Mulchén decidimos ir a su encuentro, al llegar donde ellos nos abrazamos con muchos, fue un momento muy emotivo y saber que de cada ciudad se iban uniendo algunos hasta hacer una gran caravana. Nos acercábamos a la entrada de Mulchén, y se empiezan a oír disparos, rápidamente nos organizamos acercándonos a un grupo de jóvenes que estaban armados, los rodeamos y los enfrentamos, hubo algunos intentos de ataques, pero, que fueron bloqueados por nuestro grupo que era mayoritario, al interrogarlos porque nos habían disparado, argumentaron que estaban cazando pájaros, después de algunos minutos nos contaron que pertenecían al partido nacional y que sólo querían asustarnos, proseguimos el viaje llegando al lugar que seria el alberge para la caravana. Después de compartir algunos minutos nos dispusimos regresar a Los Ángeles, de pronto alguien se me acerca entregándome un mensaje “Patria y Libertad nos esperaban armados en San Carlos Purén” La mayoría de mis compañeros ya estaban arriba del camión, di la noticia para que todos estuviéramos preparados en caso de ataque, llegando a este lugar con muchas precauciones, algunos se me acercaban casi lloriqueando, pero, todo fue una falsa alarma y nada pasó felizmente.
Ese año (1973) fue muy especial, tuvimos la oportunidad de compartir un asado con el conjunto chileno de izquierda Illapu, que hacía poco tiempo que se habían iniciado, ellos estuvieron en mi casa de campo donde vivíamos, también algunos parlamentarios de aquel tiempo. También tuve la responsabilidad de hacer guardia en la radio Corporación que estaba ubicada en una de las dependencias de don Arturo Pérez Palaviccino, diputado socialista y cada vez que íbamos allí, don Arturo nos enviaba ricas y deliciosas carnes como colación. También en mi recuerdo está, el haber sido guarda-espalda de don José Mercado el intendente que había en nuestra ciudad, esto fue en varias ocasiones, por lo tanto lo sentía muy cercano y todo esto por haber sido preparado en defensa personal y a la vez muy involucrado con el partido Socialista y de hecho con la UP.
Recuerdo la ultima concentración de la Unidad Popular en Los Ángeles, llegó muchísima gente, tanto de la ciudad misma como del sector rural, muchas cuadras de gente, había también mucho control de parte de carabineros y prácticamente no se podía llevar nada en la manos, porque los pacos lo despojaban de todo lo que llevaban, en esa ocasión me encontraba encabezando la marcha que hizo la UP, salimos de la plaza íbamos en la segunda cuadra, todos nosotros gritábamos consignas, cánticos de pronto cuando nos desplazábamos por la calle principal, nos empezaron a lanzar piedras y otros objetos, a una niña le partieron su cabeza en mi caso, debí impartir las ordenes que correspondía, que todos se apegaran a las murallas de las distintas casas comerciales de aquel entonces, debimos responder a las agresiones de igual manera, de inmediato carabineros empezó a lanzar bombas lacrimógenas, seguimos avanzando por el centro de la ciudad y una cuadra mas adelante doblamos para volver nuevamente hasta la Plaza de Armas. A la entrada de la Plaza había un grupo bastante grande, con palos, etc., eran los fachos de patria y libertad que eran bastante poderosos con sus grupos de choque y que era el grupo de derecha que mas daba que hablar, el mas fuerte, cuando íbamos como a ochenta metros de donde estaban ellos, arrancaron y tampoco hubo enfrentamiento en esa oportunidad.
una anécdota que recuerdo que fue el día Lunes 10-sept-1973, nos encontrábamos en recreo en la esc. Industrial, y un compañero del partido socialista, que cursaba el 4° medio y era uno de los líderes en el colegio, me avisa que al día siguiente (11-09-73) habría una reunión muy importante en la sede del partido socialista, que contactara a todos los mas “derechos” de mi curso y a todos los que pudiera en el colegio, esto era a las 19,30 hrs, esto quedó como una simple anécdota, porque nunca se concretó y tampoco supe de que se trataría la reunión, recuerdo que le conté a mi hermana, lo de esta reunión en el partido, al día siguiente el día del golpe, sabía lo que había ocurrido, pero, deseaba estar en esa reunión, intenté ir mas mi hermana me convenció para que no fuera, me explicó que no podía salir a la calle y que los militares habían tomado el poder, por lo tanto debía quedarme en casa.
Ahora paso a relatar mi historia vivida para el golpe militar del 11 de septiembre de 1973.
Nunca pensé en contar mi historia, por muchas razones, por temor, represión, por la seguridad familiar, en fin muchas razones.
Ahora la cuento porque aún creo en la justicia, y a pesar que en esta etapa, perdí gran parte de mi vida, porque terminó con gran parte de mis sueños, con mi alegría, con mi esperanza y me llené de frustración, de rabia, impotencia, inseguridad, miedos y temores. Esta es mi historia y ojalá no se repitan mas y que las personas y hasta las nuevas generaciones no tengan que pasar por estas vivencias y que nuestro país no vuelva a llorar por la prepotencia del que porte un uniforme y un arma. El día Jueves 13 de septiembre, nos encontrábamos en casa, +o – las 10 de la mañana, nos disponíamos a tomar nuestro desayuno, mi hermana su esposo y yo, de pronto se sintieron ruidos fuertes en la calle, eso llamó nuestra atención, miramos por la ventana y vimos una gran cantidad de militares, mas de 20, tenían rodeado nuestro hogar. Nos sorprendimos mucho por lo que estábamos viendo, de inmediato observamos que un ingresó por un portón lateral que daba al patio, a ese lado hay una ventana mas pequeña que está como a un 1,70 mts del suelo, por lo tanto, solo veíamos sus cascos, pero, fueron como diez. Otro grupo, tocó la puerta de calle, golpeando tan fuerte, que de solo oír los golpes, sentimos temor y presumimos, que algo grave sucedía. Mi hermana fue a abrir la puerta y al abrirla, los militares la empujaron con mucha fuerza al punto que casi cayó, en este grupo ingresaron 10 milicos. El militar de mayor rango, dio la orden de registrar y revisar todo lo que teníamos y buscar en todas las piezas que teníamos en nuestro hogar. A nosotros se nos ordenó de pararnos con las piernas abiertas y las manos apoyadas en la muralla. Y allí, delante de nosotros empezaron a dar vueltas todos los cajones de los muebles que teníamos en casa y vaciarlos todos en el suelo. Mi hermana se dio vuelta de la posición que se encontraba y pidió en varias ocasiones que por favor, no nos destruyeran nuestras cosas, porque, todo estaba tirado allí en el piso, y eso, mas enfurecía a los militares, la hacían callar, la amenazaban, la llenaban de palabras groseras, al insistir en sus reclamos se ganó mas un golpe de un enfurecido milico, en ese tiempo mi hermana estaba embarazada, mas no les importó tratándola duramente.
Luego empezaron a preguntar donde estaban las armas y la dinamita, esto, nos sorprendió, los tres respondimos que no había armas ni dinamita, mientras tanto, los alimentos del que disponíamos como, arroz, fideos, azúcar, sal, todo desparramado y el aceite lanzado sobre los alimentos. Posteriormente, a mi cuñado y a mi, nos llevaron al patio. Allí, teníamos una pieza, donde guardábamos las herramientas, leña, algunos alimentos como papas, cebollas, legumbres (esto porque mis padres vivían en el campo, la casa donde vivíamos era de ellos, yo estaba en la ciudad porque estudiaba, mi hermana lo mismo y mi cuñado en la U de Concepción sede Los Ángeles, en mi caso cuando no tenía nada que hacer me regresaba al campo con mis padres, en la hacienda El Peral, 12 Km de Los Ángeles). Fue grande nuestro asombro al ver todo tirado como si un huracán hubiera pasado por allí. La pieza la dejaron vacía e hicieron lo mismo que habían hecho en el interior, todo, todo destruido.
Luego, los militares uno de uniforme y otro de civil, nos dieron la orden de hacer hoyos, después de preguntarnos donde teníamos las arma y la dinamita enterrada las armas y la dinamita, lo que volvimos  a  responder que no había nada enterrado ni menos armas ni dinamita.
En mi casa teníamos dos palas, una la tomó mi cuñado, la otra yo, la pala que tome hacía algún tiempo, se le había quebrado el astil (palo) y quedó de unos cincuenta cms de largo y muchas astillas sueltas, estaba inutilizable, pero, tuve que tomarla y empezar a cavar y hacer hoyos como se nos ordenó por los militares.
Me costó hacer el primer hoyo, estos eran de unos 30 cms de profundidad y empezaron los problemas para mi, aparte de ver la furia de los milicos y que nos estuvieran apuntando con sus armas, además, las astillas sueltas de la pala, empezaron a dañar mis manos, una herida, luego otra y otra, al final muchas heridas y empezaron a sangrar, a esas alturas, sólo había dos hoyos, pero, mis manos ya me dolían mucho. En mi “inocencia juvenil” creí que lo mejor sería que le mostrara mis manos al militar que daba las ordenes, para no hacer mas hoyos en el patio, se las mostré al teniente haciéndole notar el dolor que tenía, por las heridas, me respondió con una patada en el pecho, tirándome al suelo, llenándome de insultos y garabatos tratándome de comunista y dándome la orden de continuar en lo que estaba. Empecé a llorar silenciosamente, me dolían las manos, me asusté, tenía miedo, no sabía lo que me podría pasar, seguí haciendo hoyos uno al lado de otro, esto significó estar como una hora mas o menos en este afán. Los últimos hoyos que hice me costó mucho hacerlo, fue demasiado para mi, si bien, en el campo donde vivíamos siempre realizaba trabajos con palas, azadón e incluso, arando, pero, tener que hacer un hoyo con una pala con su palo desastillado y con las manos heridas, para mi fue muy doloroso, nunca fui un niño ni un joven delicado, me entrené en artes marciales, tuve en mi vida y en ejercicios físicos, momentos duros, pero esto, sobrepasó mis límites, además, tener los milicos tratándonos mal e insultándonos y apuntando con sus armas, me preguntaba porque tanto odio contra nosotros, siempre había tenido una buena imagen de ellos, ahora eran malos y crueles. Después de hacer tantos hoyos en el patio, al final ¡¡nada!!. Porque nunca tuvimos armas ni dinamita.
Con el tiempo, algunos vecinos nos comentaban que una familia que llegó a vivir frente a nuestra casa hacía cerca de un año, habrían hecho la denuncia sobre la tal dinamita y las armas, si fueron ellos no lo se, pero, se también, que había mucha gente que nos conocía y por ahí nos tenían identificado por ser activistas políticos. El teniente dio la orden de no hacer mas hoyos, inmediatamente dos milicos me tomaron y me llevaron al interior de nuestra casa, el teniente y la persona de civil que daban las ordenes me metieron al baño y ellos entraron conmigo. El teniente cerró la puerta y enseguida me tomó del pelo (más tarde, ya en el regimiento supe que el era el  teniente Walter Krug Rivera) y me dio una bofetada, advirtiendo que debía responder todas las preguntas y contar todo lo que sabía. La persona de civil me preguntó que habíamos hecho la dinamita (también en el regimiento supe que el se llama Enrique Labbe, ahora en mi relato lo identificaré por su nombre). Cuando Enrique Labbe me preguntó por las armas y la dinamita le contesté, que nunca habíamos tenido eso, inmediatamente recibí un golpe muy fuerte en mi estómago por parte de Enrique Labbe, me doblé por el dolor. Walter Krug nuevamente me tomó del pelo y me enderezó rápidamente. Empezaron a nombrar personas, hombres y mujeres, me preguntaban sus direcciones, les respondí que no las conocía. Walter Krug me tomo de los brazos por atrás y Labbe tomó una manguera que había conectada en la llave del baño y me empezó a mojar de arriba abajo, en toda mi ropa, mientras me mojaban me seguían interrogando. Muchos de esos nombres los conocía, porque eran personas de izquierda, que muchas veces nos vimos, algunos eran de la Jap, otros del partido socialista, del Mir, comunistas, Mapu, si bien contesté que no las conocía, fue por dos razones, una fue que si yo declaraba conocerlas, sería peor para mi. La otra razón es la siguiente, mi cuñado que estudiaba en la U de Concepción sede Los Ángeles, siempre llevaba compañeros de la U a mi casa lo mismo mi hermana que conocía y compartía con muchas personas e incluso con su esposo vivieron un tiempo en la sede de la U y yo era amigo de muchos miristas sobre todo. En cierta ocasión, en una reunión que compartí con ellos, contaban sus experiencias de luchas físicas y de los entrenamientos relacionados con la defensa personal, algunos de ellos declaraban que según el tipo de tortura a que fueran sometido, podían soportar varias horas, se preparaban para ello, de alguna forma, yo vivía también eso, por los entrenamientos de karate en los que fui dirigido. Me juré ser fuerte, aunque me torturaran, dije que no hablaría y tampoco quería “vender” a los que luchaban por el ideal que yo seguía, y es lo que siento hasta hoy.
Enrique Labbe me mojó completo hasta mis zapatos estaban llenos de agua, luego me tomó del pelo mientras que Walter Krug me tenía tomado de los brazos. Labbe me metió la manguera en la boca, me soltó del pelo y me tapó la nariz y largó el agua con toda la presión, entre los dos me tenían tomado, me faltaba el aire no podía respirar ni tampoco me podía mover, pensé que me iba a ahogar, trataba de soltarme estaba desesperado, ya me faltaba el aire, usé toda mi fuerza, pero, los dos gorilas eran mas que yo. Labbe sacó la manguera y me dio un golpe de puño en la boca, lo que me dolió mucho, lloré, estaba sangrando (a los días después, cuando recuperé mi libertad, me di cuenta que tenía dos dientes clisados). Labbe me volvió a preguntar por la dinamita, sollozando le volví a responder que no había dinamita. Pero, eso no calmó su ira, su furor. Labbe era el más malo de los dos, el decidía lo que se debía hacer conmigo, luego entre los dos nuevamente me torcieron la cabeza y empezaron a echarme agua en los oídos, intenté enderezarme, pero, Krug me inmovilizó tomándome con mas fuerza, a todo esto, seguía el interrogatorio, seguían preguntándome por personas y todo lo negué y en reiteradas ocasiones me golpearon fuertemente mis oídos. Por los golpes recibidos y el efecto del agua me retumbaban mis oídos perdiendo gran parte de mi audición, pero, Enrique Labbe y Walter Krug, me tomaron y me volvieron a meter la manguera en la boca, con el mismo procedimiento anterior y haciéndome tragar mucho agua, me sacaron la manguera y me volvieron a preguntar por las armas y la dinamita. Enseguida Labbe, sacó su arma y me la puso en mi frente, me dijo con gritos que dijera la verdad, volví a llorar ahora pensé que me iban a matar, tenía mucho miedo, mi valentía de joven líder y luchador, estaba en el límite y además, estaba tiritando y la pistola en mi frente y amenazándome, sacó su pistola, continuaba el interrogatorio, Krug seguía sujetando mis brazos por atrás, en un momento me agaché un poco, sentí un golpe fuerte en mi cabeza, se me doblaron mis piernas y me caí, perdí el conocimiento. No se cuanto rato estuve así, reaccioné cuando me estaban echando agua en la cara con un vaso. Luego entre los dos me levantaron y recuerdo nuevamente me preguntaron por las armas, dentro de mi dolor volví a responder que no había nada, me sacaron del baño, vi que a mi hermana la tenían en un rincón custodiada, estaba llorando, ella había escuchado todos los gritos de los gorilas en mi interrogatorio, había escuchado los golpes que me propinaban, además, que a ella también la habían golpeado (después supe del maltrato hacia ella). Cuando recién me metieron en el baño sentí gritar a mi cuñado y a mi hermana,  después, ya no me di cuenta de lo que ocurría afuera, el miedo que tenía era mucho, a los 16 años no se es tan fuerte, sentí mucha impotencia, al ver estos militares que disfrutaban golpeándome, allí no representaba ningún peligro para ellos y con todos los militares que tenían rodeada mi casa.
En un momento Krug la dijo a Labbe, ya vámonos, y este se acercó a mi y puso nuevamente su pistola en mi frente y me tomó del pecho y me dijo que si yo hablaba me mataba a mi y a mis padres, y respondí que no hablaría nunca, con esta amenaza me dejó muy preocupado porque mis padres eran todo para mi. Al sacarme del baño y reunirme con mi hermana y trajeron a mi cuñado del patio, nos dijeron que nos íbamos detenidos, pero, mi hermana al verme en la condición que me habían dejado mojado de pie a cabeza, les pidió a los militares que por favor, permitieran que llevara ropa seca para mi a lo que ellos se negaron, insistió, al final aceptaron, llevando una casaca para ella y para su marido y alguna ropa seca para mi.
Nos sacaron rápidamente de nuestra casa y nos llevaron caminando por la calle y con las manos atrás de la nuca y encañonados por los mas de veinte militares que llegaron a nuestra casa, de esa forma caminamos hasta unos camiones que tenían los milicos a unas dos cuadras de nuestro hogar, esos camiones estaban en una pampa que había en ese tiempo y donde actualmente se encuentra se encuentra la esc. F 887 de la población Bernardo O’Higgins. Los vecinos y mucha gente nos vieron en las condiciones que íbamos, pero, nadie podía hacer o decir nada. Llegamos a los camiones y nos dieron la orden de subir, estuvimos allí unos 15 o 20 minutos, porque una patrulla salió de allí, no se a que, tal vez, buscando algo o alguien, al regresar, dieron la orden de partir, a esa altura ya sentía bastante frío, había sol, pero, había una brisa muy helada, en Los Ángeles, en Septiembre es así, bastante helado. Mientras estuvimos allí en los camiones militares, todo era silencio, sólo nos mirábamos, como queriendo traspasarnos nuestros sentidos y apoyarnos y hasta querer darnos un abrazo, pero, nadie hablaba. Después de algunos minutos llegamos al regimiento, había mucho movimiento de vehículos, camiones y patrullas que entraban y salían, todos armados, soldados corriendo de un lado a otro, mucha adrenalina, los camiones que vi entrar cargados con personas, sentí un escalofrío de estar en ese lugar, todo era muy intimidante, vi rostros de personas muy afligidas, mujeres y hasta jóvenes de mi edad, todo era horrible, en el pensamiento, daba todo vuelta ¿Qué iba a pasar con nosotros? ¿Nos iríamos de allí? Eso no se sabía……….

Ya estábamos en el regimiento Reforzado Nº 17 de Los Ángeles, estando ya en el interior del regimiento, nos hicieron bajar, caminamos por parte del patio, hasta llegar a los corredores de una edificación bastante grande y que tengo entendido que son los dormitorios de las distintas compañías, todo el trayecto lo hicimos con las manos en la nuca y encañonados por los militares. Al llegar al final de ésta edificación, a mi me detuvieron dejándome en ese lugar, custodiado por dos soldados conscriptos, a mi hermana y a su marido se los llevaron, ¿A dónde? No lo sabía, tampoco sabía si nos volveríamos a ver, tampoco se podía preguntar.
Allí, quedé con mis dos guardias, con la orden de separarme de piernas y con las manos en la muralla y apoyado en la muralla, a la sombra, empecé a sentir mucho frío, ya que, mi ropa seguía mojada, especialmente, el chaleco de lana que llevaba puesto, al estar apoyado en la muralla, mis manos me dolían, empecé a sentir mucho dolor por las heridas que me hice cuando me dieron la orden de hacer los hoyos en el patio de nuestra casa para buscar las presuntas armas y dinamita.
Empezaron a pasar los minutos, con la orden de no moverme. En todo momento y a cada rato pasaban distintos militares por mi lado y varios de ellos le preguntaron a quienes me custodiaban, quién era yo, algunos pasaban tranquilos, pero, varios me dieron golpes fuertes en mis costillas, cachetadas y uno de ellos me dio un golpe muy fuerte en mi cabeza (un coscorrón), era un sub.-oficial, pero todos me golpeaban y seguían su camino. Luego de algunos minutos, uno de los conscriptos que me custodiaba, me dijo que me limpiara mi cabeza con un pañuelo, porque tenía sangre, yo sentía el escozor y también dolor, ésta herida en mi cabeza fue producto, del golpe que me propinó Enrique Labbe, en mi casa con su pistola, cuando me dejó inconsciente. En este lugar estuve como 3 horas, los conscriptos que me custodiaban, me dijeron,  que si yo quería, me botara de guata en el suelo, eso para que estuviera mas cómodo y también una forma de ayudarme.  También, me pidieron perdón,  porque les dio pena verme en la condición en la que me encontraba y que los perdonara, porque ellos eran mandado y que de no hacerlo serían castigados. Les agradecí su preocupación, y que prefería  quedarme como estaba para que ellos no tuvieran problemas por prestarme alguna ayuda, pero, mi cansancio era mucho al estar en una posición, las piernas ya no las sentía, menos mis pies.
Al estar tanto rato en ese lugar, pasé frío, tenía mucha hambre, del día anterior que no comía, ya era más de las 3 de la tarde, fui golpeado en forma reiterada por varios militares y además, desde mi posición de cautiverio, lugar muy cercano a varias oficinas militares, vi,  como llevaron a  mucha gente detenida, y entraban a gente a las distintas oficinas y las sacaban y la llevaban después a otras oficinas, entraban algunos caminando y salían en pésimas condiciones.
En mi mente quedó grabada una escena terrible, a dos metros de la posición en la que me encontraba, tres militares le gritaban a un detenido y le apuraban el tranco, él apenas podía caminar, uno de ellos, con mucha furia con el fusil que portaba, le pegó un culatazo en su cara, se la partió y cayó aturdido al suelo, llevándoselo a la rastra, aquello fue terrible, yo estaba temblando por el miedo que tenía. Lloré al ver aquello, tenía miedo, me tenían allí detenido, estaba solo,  con dos guardias, además,  mojado, con mi cabeza partida por el golpe de un inconsciente, mis manos sangrando por las heridas y tenía frío, mucho frío, mi boca la tenía hinchada por los golpes de Enrique Labbe,  toda mi ropa hasta mis zapatos estaban mojados, me acordaba mucho de mi madre, en ese momento anhelaba estar con ella, además, no sabía que mi hermana, mi cuñado y yo, estábamos detenidos, y menos allí en el regimiento.
Y después, de tres horas de estar allí, apareció un nuevo militar, los que me custodiaban a mi, le respondieron a la orden mi capitán, por lo tanto, se que era un capitán, dio la orden de llevarme al gimnasio, y que yo caminara rápido. Aquí tuve otro problema, no podía mover mis piernas, ni menos podía caminar, el capitán pensaría de que yo me estaba burlando de él, me dio una patada muy fuerte, tirándome al suelo, reboté en la baldosa, mis manos estaban heladas, congeladas, más de 3 horas apoyado en el cemento helado y adolorido por las heridas que me hice en mi casa,  intenté pararme, no lo podía hacer, mis piernas estaban atrofiadas, muy duras, me dio otra patada en la espalda, volví a caer, nuevamente el capitán ( creo que el era Gustavo Marzal), les dio nuevamente la orden a los conscriptos  que me llevaran al gimnasio y nos dejó solos, los conscriptos, me tomaron de los brazos y me levantaron y uno de ellos me tomó del brazo y empezamos a caminar, pude mover un poquito las piernas, el gimnasio estaba como a 30 metros y caminamos hasta llegar allí, pero, con la ayuda del conscripto, ya que, solo no lo podía a hacer.
Al entrar me di cuenta de que había una gran cantidad de personas sentadas en las tribunas, algunos con pura camisa a pesar del frío que hacía, había hombres y mujeres, ya eran cerca de las 4 de la tarde. Mucha gente, pero también, muchos militares y con sus armas apuntando a las personas. Ya podía mover un poco más las piernas, y me llevaron hasta una tribuna que estaba al final y que supuestamente daba con los camarines. El gimnasio no estaba terminado, al lado izquierdo de la entrada no había tribunas sólo algunas bancas y también había gente  sentada allí.
Caminamos hasta el fondo y me dejaron allí, me costó subir por los tablones de la tribuna, pero lo hice y me senté como en el sexto tablón, fue un gran alivio, ya que al menos, estaba sentado, porque estuve varias horas de pie y también, muy cansado.¡¡¡ que linda sensación sentí al volver a sentarme y estirar de a poquito mis piernas y mis brazos!!!
Al estar ubicado en ese recinto, empecé a observar a toda la gente que había en ese lugar, buscaba en forma preferente a mi hermana y cuñado. A mi hermana la encontré más rápido, ya que ella estaba sentada en el lado izquierdo y allí había menos gente, sentí mucha alegría al verla, porque no  sabía que había pasado con ella, en forma disimulada nos saludamos, ella me había visto cuando entré al gimnasio y tampoco sabía de mi. Después, busqué a mi cuñado, esto es con la vista y desde mi posición, también lo encontré, me costó más, porque a ese lado había más gente, pero, también lo ubiqué. Mi ropa de a poco se mi iba secando en mi cuerpo, pero, mis zapatos seguían muy mojados, mis pies, ya casi, no los sentía.
Las horas pasaban lentamente,  los militares aparecieron con unos fondos con comidas, casi a todos nos dieron un plato con sopa más un pan. De pronto observé como la gente dejó su pan y no se los comió y los hizo  correr de mano en mano, pasándolos a la gente que estaba en la tribuna donde me encontraba yo, y ellos lo tiraban disimuladamente hacia atrás donde estaban los supuestos camarines. Esto me causó gran curiosidad, y de a poco, empecé a subirme a la parte más alta de la tribuna y sin que se dieran cuenta los militares que estaban de guardia, y me subí a la parte más alta de la tribuna (esto me llevó unos 15 minutos) al estar en lo más alto miré hacia atrás, quería saber a donde iba a parar el pan de varios de los detenidos. Lo que vi allí fue algo horrible, habían muchas personas, jóvenes y ancianos, algunos semidesnudos, otros sangrando, y casi todos tirados en el piso de cemento a simple vista me di cuenta del sufrimiento que estaban pasando, me dio un escalofrío, miedo y mucha impotencia, algunos moviéndose lastimosamente para alcanzar algún pan que le tiraban alguna persona que estaba en mejor condición, parecían verdaderos perros, pero, eran personas, seres humanos, quizás, inocentes como muchos. Tenía escalofríos por los nervios y mucho frío, estaba tiritando, por la escena y por mi ropa mojada. Me comí la sopa que nos dieron, tenía demasiada hambre, pero, quise ser solidario con aquellas personas entregándoles mi pan.
La noche avanzaba lentamente, ya habían pasado varias horas de estar sentado, había ido una vez al baño, mi hermana me había hecho un gesto para que llevara la ropa para cambiarme, los guardias no lo permitieron, por lo tanto, tuve que seguir con mi ropa mojada, volví del baño, intenté dormir, pero, era difícil, ya que, todo el tiempo había gritos, gente que entraba y salía del gimnasio, personas golpeadas, etc. Recuerdo haber visto a varias personas conocidas llegar detenidas, que los llevaron directamente al lugar donde estaban los incomunicados, entre otros, Marcos Saavedra, el chino Cifuentes, socialistas a Domingo Flores, comunista y que estudiaba en mi colegio
Como a las 2 de la mañana, mi hermana consiguió que un militar diera la autorización para que yo me cambiara mi ropa mojada. Fui nuevamente al baño y llevé mi ropa y pude estirar mis piernas y realizar  algún ejercicio rápido y recuperar un poquito de calor.
Me cambié ropa y el militar que me llevó al baño al lado mío, siempre apuntándome con su fusil y apurándome volvimos a mi lugar. Esa noche fue muy dura, pasé mucho frío, si bien, me puse ropa seca, pero, al estar sin ningún movimiento se traba hasta la quijada, estuve  16 o 17 horas mojado y estar sentado en un tablón sin ninguna comodidad, con mis zapatos mojados y que no pude cambiarlos por otros secos, porque no tenía otros. Me agarró un romadizo que no podía controlar con fuerte dolor de cabeza  y tos. La noche siguió su curso, a pesar de mis malestares, intenté dormir, estaba cansado y con mucho sueño, cuando ya me estaba quedando dormido, cualquier situación me despertaba y no pude dormir. Llegó el día, y era lo mismo que el día anterior, con mucho movimiento, con detenidos, con gente golpeada, con más presos. Allí estábamos, con mucha hambre, sueño, resfriado, con dolores por todos los lados,  estiraba mis manos y me dolían por las heridas.
El día Viernes 14 de septiembre, me llevaron hasta una de las oficinas que tenían habilitadas para interrogar a los detenidos, me condujeron hasta ese lugar, eran 3 militares, con las manos en la nuca, nuevamente me costó mucho caminar, recibí dos culatazos por no poder caminar rápido, no lo podía hacer, mis piernas no me obedecían, lo intentaba, más no lo lograba.
Llegamos a la oficina, me metieron en ella. Allí  había 5 personas, con un militar que me di cuenta que era el que mandaba, éste militar estaba sentado detrás de un escritorio y los otros alrededor de él, ellos estaban de civil y el mandamás estaba de uniforme. Me hizo sentarme frente a su escritorio (él era el doctor Burgos, después lo supe). Me preguntó mi nombre, se lo dije y me dijo con una cara de furioso, que yo estaba acusado de extremismo, por guardar armas y explosivos y todos los que estaban ahí me miraban como pidiéndome explicaciones. Sentí mucho miedo por lo que Burgos, me estaba diciendo. Me empezaron a interrogar, me preguntaron que hacían mis padres, muchas preguntas, por muchas personas y que algunos de esos nombres coincidían con los que me preguntaron Walter Krug y Enrique Labbe en mi casa, uno me preguntaba una cosa y  otros me preguntaban otra cosa, no hallaba a quién contestarle, me ordenaron ponerme de pie, Burgos me dijo que lo mío era gravísimo y que por lo tanto me iban a matar, me puse a llorar y le dije que yo no tenía armas ni explosivos y que no participaba en nada, ni mi familia tampoco lo hacía, una de las personas que estaba allí de civil y que nunca más lo vi., me hizo callar, dándome un golpe muy fuerte en mis costillas que me dejó casi sin aliento, me trataron pésimo con muchas groserías, Burgos con  vozarrón de un militar, me intimidaba cada vez que me hablaba. Recuerdo que, que me volvió a preguntar, por personas que eran dirigentes de la JAP y que relación teníamos nosotros con ellos, dije no conocer aquellas personas, y al decirlo me golpearon en varias ocasiones, me retaban,  me insultaban. Uno de ellos me puso una pistola en mi sien y me gritó que le dijera la verdad, me decían que ellos sabían que en mi casa éramos de la UP, que nuestros conocidos nos habían delatado, les contesté que eso no era verdad, reconozco que estaba asustado, estaba con ganas de llorar. En todo momento les hice saber que desconocía lo que ellos me preguntaban.
Estaba más que asustado, me había resfriado, tanto mi romadizo, como mis lágrimas, tenían mojado mi  pañuelo, no hallaba que responder, me habían amenazado de muerte y además, me tenían allí solo. Estaba desesperado, en la interrogación me preguntaron mi nombre, el de mis padres, la dirección, las actividades de ellos, etc. Después, el doctor Burgos me dio un minuto para que les dijera donde estaban las armas con los explosivos, luego, me volvieron a preguntar por las cosas que ya me habían preguntado y les respondí lo mismo que antes, no saber lo que ellos me preguntaban. De cuando entré a esta oficina, ya habían transcurrido entre 20  a 25 minutos, me golpearon, me insultaron y me amenazaron que me matarían. Era esto lo que me tenía peor, sicológicamente me tenía destruido, anhelaba que mis padres estuvieran allí, pero, no estaban, en mi mente habían muchos pensamientos y ahora, en la práctica estaba entendiendo lo que era un “Golpe Militar”, y a pesar de estar junto a otras personas, no nos podíamos comunicar entre los detenidos, tampoco con mi hermana y mi cuñado. Una de las personas de ésta oficina le preguntó al doctor Burgos, que iban a hacer conmigo, dio la orden de que volvieran al gimnasio, me sacaron de esta oficina y volvieron al mismo lugar donde estaba. Mi hermana me vio cuando me llevaron y cuando me trajeron. Ella, desde su posición y al regresar, la miré y traté de decirle que estaba bien.
Ese día para mí, fue muy largo, no sabía lo que iba a ocurrir conmigo. Sólo pensaba cuando y en que momento me iban a matar. El día sábado 15 estuve todo el día en el gimnasio, no tuve ninguna interrogación, pero,  si pasé mucha hambre, el día Domingo fue lo mismo, el nerviosismo, cansado, sin poder moverme, resfriado, con hambre y mucha incertidumbre, por la espera que se hacía eterna.
El Lunes 17, me trasladaron, un sargento y dos conscriptos, a la parte sur del regimiento, caminamos y yo con las manos en la nuca, por todas partes se veía mucho movimiento de los soldados. A mi me llevaban y a otros lo traían, finalmente llegamos a nuestro lugar, eran las caballerizas del regimiento, milicos por todos lados, pero, también mucha gente, aquello me impresionó, vi gente muy mal, a simple vista allí había mucho dolor, el sargento me dijo, ya, aquí te vas a quedar y anda a elegir tu dormitorio. Era un lugar muy repugnante, fétido, gente golpeada, me dio pena esa gente. Una de las cosas que encontré horrenda, fue que las personas que deseaban ir al baño, tenía que hacer sus necesidades en ese mismo lugar, en un rinconcito de donde estábamos, horribles. Cuando quise ir al baño me aguanté lo mas que pude, porque me daba vergüenza hacerlo delante de los demás, pero, había que hacerlo nomás, después ya lo encontré hasta normal. La noche fue otro sufrimiento, había que dormir cono uno quisiera, sentado, parado o simplemente botado en el suelo. El que tenía con que taparse se tapaba si no, debía quedarse así. Cada uno buscaba la forma de dormir mejor, nos dábamos calorcito sentados de espalda con espalda. Había mucha hambre en toda la gente. Una custodia muy fuerte. Cuando llegaron con alimento, nos dieron pan, pero, de afuera lo tiraban para adentro, como a cualquier perro, pero, tuve que aprender a recibir el pan de esa forma, era sobre vivencia, por el hambre, había que hacerlo. Al estar en ese lugar, dejé de ver  a mi familia. Ese día Lunes lo recordaré toda la vida, durante la tarde, viví una experiencia muy traumática, una vivencia muy fuerte, sacaron a varias personas de las caballerizas y entre ellos me encontraba yo y nos llevaron a pocos metros de donde nos tenían y nos dijeron que nos iban a fusilar, entré en pánico, pensé en que allí se cumplían lo que me había dicho Enrique Labbe en mi casa cuando me torturó y después, me lo dijo el doctor Burgos en su oficina, quería escapar, pero, nos pusieron en una fila, todos mirando de frente a los soldados, estaba temblando, miré a mis compañeros, todos estábamos igual, vi llorar a algunos, demasiada tensión, luego pasó un militar, creo que teniente, nos dijo que basuras como nosotros no deberían existir. Nos llenó de improperios, enseguida, dio la orden de preparar armas a los soldados, escuché, cuando pasaron la bala, nuevamente pensé en escapar, era demasiado el miedo, cuando estábamos esperando que dispararan, el teniente se acercó al grupo con un fusil y se lo tiró a un detenido que estaba al lado mío, se sorprendió yo también, el militar lo incitó a que le disparara,  creí que esa persona iba a reaccionar, pero, no lo hizo, allí nos dieron varios culatazos y nos volvieron a las caballerizas, hacía frío, yo estaba sudando, me costó recuperarme de ese episodio y a los demás también. Para mi fue una tortura sicológica.
Alguien me dijo el día martes de los mismos detenidos, que eran las fiestas Patrias, como una forma de dar ánimo, pero estábamos con mucha tensión y no había mucha alegría para celebrar,  era la fiesta nacional, pero, estaba en juego nuestra vida y no sabíamos si salíamos de ésta situación tan complicada
Al estar allí fueron momentos muy duros, frío y mucha hambre. El día jueves 20 como a las seis de la tarde me volvieron al gimnasio, volví a ver a mi hermana y a mi cuñado. Ese día no comí nada, tampoco sabía porque me habían llevado nuevamente al gimnasio. Los militares que me fueron a buscar, me llamaron por mi nombre y no me informaron nada de nada. En el trayecto de las caballerizas hasta el gimnasio pensé muchas cosas, incluso en mi muerte.
Como a las 9 de la noche, sacaron a mi hermana; después supe que la habían interrogado, sobre lo mismo que a mí. Luego la vi cuando la trajeron de vuelta y me llevaron a mí, donde nuevamente se encontraba el doctor Burgos y otras dos personas más de civiles.
El doctor Burgos me dijo que mi hermana les había dicho donde estaban las armas y explosivos, pero yo, debía ratificar el lugar, y dar la razón por la cual teníamos eso guardado.
Le conteste que mi hermana había mentido, porque nunca tuvimos esas cosas, y que nosotros no nos metíamos en política. Eso fue una trampa que ellos me tendieron para que les  dijera lo que ellos querían que les contáramos. (Después de un tiempo, le pregunte a mi hermana porque ella había dicho eso a los militares, me dijo, que nunca había dicho eso) Las personas de civil y el doctor Burgos (este doctor fue jefe del hospital de Los Ángeles) solo me miraron en esta ocasión y no me agredieron, no fue como ocasiones anteriores, y sí me dio una noticia que me hizo muy feliz; me dijo que quedábamos libres y que en un rato más, podríamos irnos. Como a las diez de la noche, nos llamaron a mi hermana, mi cuñado y a mí; nos pidieron los nombres y en un jeep nos dejaron a cuatro cuadras de nuestra casa, en calle Los Ángeles con Francisco Rioseco. Mi hermana les pregunto a los militares, que debíamos hacer en caso de que pasara otra patrulla, ya que el “toque de queda” comenzaba a las seis de la tarde, ellos nos dijeron que nos fuéramos lo más rápido y directo a nuestra casa. Nosotros muy asustados corrimos para que no nos detuvieran nuevamente. Estuvimos siete días detenidos y pasaron muchas cosas, pero estábamos libres e íbamos camino a nuestra casa. Cuando llegamos, estaba todo desparramado, todo tirado, nada en orden, las camas, hasta los colchones rotos; nos dio mucha pena ver la cocina, los alimentos desparramados, el aceite, todo… un huracán había pasado. Estábamos viendo los destrozos en nuestra casa, cuando sentimos golpes en la puerta, fuimos a ver, pensamos otra vez los milicos y era un matrimonio vecino, amigo de la familia, quienes nos iban a ver y a buscar, para darnos un poco de comida. Ellos al vernos se alegraron mucho; vieron también como había quedado nuestra casa,  luego aceptamos la invitación y fuimos a su casa. Nos contaron que había llegado el rumor de que habíamos intentado escapar y nos habían matado, pero estábamos allí, con hambre, con heridas, penas, pero vivos.
Nos pusieron al tanto de lo que pasaba. Al día siguiente nos fuimos al campo, al fundo El Peral, donde nuestros padres. Allí había mucha tristeza, porque nuestro hermano quien vivía con ellos también había desaparecido casi en la misma fecha que nos detuvieron a nosotros. En este momento se ocasiono una nueva pena, nuestra familia no sabía que nosotros habíamos estado detenido y menos que habíamos sido torturados. Desde ese mismo día mi hermana y mi madre fueron al regimiento a preguntar por mi hermano, también a la cárcel, a la comisaría, al hospital, y en ninguna parte hallaron una respuesta satisfactoria.
Como a los tres meses llego una carta de parte de mi hermano diciendo que estaba detenido en la Isla  Quiriquina, y que estaba bien.
Y en cuanto a lo nuestro, con mi hermana, mi cuñado y yo, volvimos al hogar en la población O’Higgins, donde nos habían detenido. Pero allí, en esta población, allanaron nuestra casa repetidamente. A veces en la mañana, otras veces en la tarde, pero también en la noche, y ¿qué ocurría en estas ocasiones cuando se producían estos allanamientos? Debíamos dejar nuestro hogar, y salir de allí todos los que nos encontráramos. Esto ocurrió en forma reiterada y por bastante tiempo. A veces debíamos incluso salir con poca ropa y con un frío muy intenso, pero por consiguiente daban vueltas todas las cosas. Por mucho tiempo nos tuvieron en esa situación, a penas sentíamos un ruido de camión, de algún vehículo y ya estábamos tiritando, teníamos los nervios destrozados.
El tiempo siguió su curso “normal”, pero, en mi vida ocurrió lo contrario, empecé a asistir al colegio, estaba en 1° medio, pero, en mis salidas al colegio la pasaba mal, algunos compañeros de curso me molestaban por haber sido detenido, escucharon en la radio que estuve detenido y que había sido dejado en libertad porque no me encontraron culpa, en mi curso nadie sabía de mi hasta que escucharon en la radio.
Mi vida cambió mucho, salía a la calle, sólo para ir al colegio, me parecía que en cualquier momento  cualquier patrulla me iba a detener, en las noches me costaba mucho dormir, despertaba asustado, los militares fueron en varias ocasiones al colegio, cuando los veía me ponía a tiritar y a transpirar de nervios. Yo era un joven, creo que normal, jugaba al fútbol, tenía varios amigos, pero, viví una etapa en el cual no quería compartir con nadie, me volví demasiado tímido, retraído,  no me concentraba, debía repetir varias veces la lectura cuando leía algún texto. Empecé a odiar la ciudad, sólo quería vivir en el campo, odiaba a los militares, y todo lo que me recordara y me relacionara con ellos. Viví mucho tiempo con éstas trancas, me a costado superar éstas fobias.
Cuando llegó el año de inscribirme en el cantón de reclutamiento e ir a hacer el trámite, no pude ir sólo, me acompañó mi madre y hasta mis manos me transpiraban, fue una prueba muy difícil para mi y además con un temor muy grande porque pensaba que me volverían a detener, pero, felizmente no me detuvieron ni me tocó el servicio militar.

OBSERVACIONES:

1.- Los golpes que recibí de parte de Enrique Labbe han marcado y han afectado gran parte de mi vida.
2.- El golpe recibido en mi cabeza también por parte de Labbe, dejó una cicatriz que tendré que llevarla toda la vida, hoy por mi calvicie es mas notorio y además vergonzosa esta marca en mi cabeza.
3.- El golpe de puño recibido por Labbe, me clisó dos dientes que al poco tiempo después los perdí definitivamente.
4.- El agua que me echaron y los golpes reiterados en mis oídos, es la causal de haber perdido varios grados de audición y es mas, al poco tiempo de estos hechos, fue afectado mi oído medio, sufrí largos tratamientos, pero no impidiendo, mareos, vómitos, pérdida de mis horas de trabajo, algunos días debí estar postrado mas de 3 horas porque todo me daba vuelta.
5.- Con mis piernas he tenido otro problema, el hecho de haber permanecido por mas de 17 horas mojado y sin movimiento, nunca mas he sentido mis piernas igual que antes de que estuviera detenido, el agua, el frío, los culatazos en mi columna y golpes de pies en mi espalda me cambiaron en gran medida mi vida normal.
6.- Narrar estas vivencias que para mi fueron traumáticas y hacerlo en pocas líneas, me costó.
7.- Ver continuamente a unos de mis torturadores, ( Enrique Labbe) caminar tan impune y  libremente por las calles de la ciudad, siento una rabia muy grande, y una impotencia tremenda, me pregunto  ¿A cuántos mas habrá torturado este individuo?. Desconozco que tipo de relación tiene con el ejercito, pero, con el tiempo me enteré que participó activamente en Patria y Libertad, movimiento que ayudó a torturar y a masacrar a muchas personas, tanto de Los Ángeles como, de cada comuna y campos que rodean a nuestra ciudad.
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En la presente, autorizo a la señora Adriana Goñi Godoy, Antropóloga a usar mi relato
como detenido-torturado, hecho acaecido en 1973, para el golpe militar.
Este relato lo podrá usar, en los trabajos que ella habitualmente desempeña.






       Los Ángeles 09- 06- 2014



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