Trescientos siete casos de menores asesinados
registró la Comisión de la Verdad y Reconciliación en 1991
Una historia desconocida: El cruel asesinato de niños en dictadura
14/04/2014 |
Por Equipo Cambio21
De los cientos de crímenes que cometieron agentes del Estado durante la
dictadura, hubo también algunos en que las víctimas fueron niños. Fueron
más de 300, según registro de la Comisión de Verdad y Reconciliación.
Por MARIO LOPEZ MOYA
Trescientos siete casos de menores asesinados
registró la Comisión de la Verdad y Reconciliación en 1991. Muchos de
estos chicos se encuentran aún en las listas de detenidos desaparecidos.
Otros, con el tiempo, fueron apareciendo sepultados ilegalmente en
fosas comunes. Otros aparecieron por coincidencia y permitieron
descubrir no sólo qué les sucedió, sino quienes fueron sus asesinos. De
ellos, dos son emblemáticos.
Secuestro del niño Carlos Patricio Fariña Oyarce
El menor de apenas 13 años de edad, fue detenido el día 13 de
octubre de 1973 en su domicilio de la Población La Pincoya. En dicha
oportunidad se registró un allanamiento que abarcó un sector de esa
población y fue efectuado por el Ejército, Carabineros e
Investigaciones.
Señala la hoja 12 de la sentencia de primera instancia: "a las
09,30 horas del 13 de octubre de l973, la morada de calle Los Músicos
6074, de La Pincoya fue cercada - al igual que el resto de esa población
- por carabineros de dotación de la Comisaría de Conchalí y militares
del Regimiento Yungay, fue así como ingresaron estos últimos a dicha
vivienda y exigieron a la señora Josefina Edith Oyarce Cortés que les
entregara a su hijo menor Carlos Patricio Fariña Oyarce, estudiante de
enseñanza básica, sin cédula de identidad, de sólo 13 años de edad a esa
fecha".
La madre del menor, doña Josefina Oyarce vda. de Fariña, expuso
en el Recurso de Amparo que presentara en favor de su hijo lo siguiente:
"(...) A las 09:30 horas mi modesto domicilio fue cercado por numerosos
Militares y Carabineros. Dos carabineros, cuatro militares y dos
personas vestidas de civil irrumpieron en mi casa y exigieron que les
entregara a Carlos Patricio. Traté de darles explicaciones, pero no me
escucharon. Dos carabineros sacaron al niño desde su cama y uno de ellos
-de la dotación de la Comisaría de Conchalí- le dio un fuerte culatazo
en el pecho, por lo que el niño cayó, lo llevaron casi arrastrándolo
hasta la cancha de fútbol".
Y continuaba relatando: "En la cancha se habían agrupado a las
personas sospechosas, los militares dejaban ir a algunos y mantenían
detenidos a otros; me acerqué al Oficial que comandaba la tropa,
suplicándole que me entregara el niño porque estaba enfermo y diciéndole
que lo llevaría al juzgado apenas se mejorara. El Oficial me respondió
que me alejara y que me entregaría al niño cuando estuviera grande. En
un jeep militar, encañonado por dos militares, se llevaron a mi hijo con
destino desconocido. Desde entonces no lo he vuelto a ver".
El homicidio
Los militares a que hace referencia la madre en el Amparo,
pertenecían al Regimiento de Infantería N°3 Yungay de San Felipe. ¿Qué
hacían esos soldados en Santiago? Con ocasión del Golpe de Estado de
1973, habían sido asignados para controlar vastos sectores de Quinta
Normal, Pudahuel y se encontraban acantonados en un colegio de Quinta
Normal, el Internado Barros Arana.
Allí fue trasladado el menor Carlos Patricio Fariña. Desde ese
lugar por años se le perdió la pista. Los militares negaron en
innumerables oportunidades que se encontrara privado de libertad, es
más, negaron incluso que lo hubiesen detenido. Y a mayor abundamiento,
negaron incluso que existiera, pues a esa edad aún no sacaba cédula de
identidad. Eso contestó al Recurso de Amparo N° 299 - 74 el ex ministro
del Interior de la época César Benavides. La Corte, ante la negativa de
las autoridades, declaró sin lugar el Amparo.
Por aquel entonces comandaban distintas unidades del Regimiento
de Infantería N° 3 de San Felipe oficiales conocidos por su fiereza,
siendo incluso temidos por sus propios hombres. Uno de ellos, el
comandante del Regimiento Yungay, Donato López Almarza, otro, quien fue
el asesino directo de Carlos fariña, Enrique Erasmo Sandoval Arancibia.
Éste último confesó, después de varias negativas, en la causa
criminal rol 2182-98, el asesinato del menor: "que en el allanamiento
que se verificó en esa población (La Pincoya), observó que un niño fue
detenido por personal de Investigaciones, quienes lo entregaron a
personal del Ejército de su Compañía; agrega que el menor detenido fue
trasladado a las instalaciones que ocupaban en el interior de la Quinta
Normal (...) y fue entregado en la guardia, sin saber más de él".
Reconoce
Sandoval "que esa misma noche hizo levantar a un grupo de soldados,
unos doce a quince, siendo alrededor de las 02.00 horas a las 03:00
hrs., dirigiéndose con ellos a un camión particular, tolva, en el cual
se trasladaron con el detenido hasta el sector del camino al aeropuerto
de Pudahuel, desconociendo la identidad de su conductor".
Sin
mayores problemas confiesa: "que no tenía idea cómo se efectuaba un
fusilamiento, pues solamente lo había visto en películas; que puso al
menor frente al pelotón integrado por unos ocho fusileros, se le subió
el chaleco que vestía para cubrirle el rostro, para que de esa forma no
presenciara lo que sucedía en ese momento, y luego bajó su mano en señal
de disparar".
Y continúa relatando sin inmutarse: "que con posterioridad a la
descarga, los conscriptos excavaron una fosa en el lugar, pues era zona
arenosa lo que facilitó la excavación. Acto seguido, manifiesta el
acusado, el civil mencionado sacó bencina del camión, roció el cuerpo
del menor, procediendo a quemarlo para posteriormente enterrarlo en el
lugar; agrega que su impresión es que el fusilamiento del menor se
efectuó en la madrugada del día siguiente a su detención, lo que no
tiene claro, ya que después que entregó al menor en el recinto de Quinta
Normal, no lo volvió a ver hasta el momento en que se le ejecutó".
Manifiesta que luego de este hecho no quiso ver el cuerpo del
menor, pero se podía apreciar, por las luces del camión que alumbraba,
que había recibido impactos en diferentes zonas de su cuerpo. Reconoce
además el acusado Sandoval, que regresaron enseguida a la Unidad en el
propio camión, dando cuenta de ello al Mayor López, precisando que todo
ocurrió en aproximadamente en el lapso de dos horas".
¿Pero cuál fue la razón del crimen?
Sandoval confiesa ante el juez que "durante la madrugada
siguiente (a la detención del menor), fue llamado por el Mayor Donato
López, quien le expresó que ese menor debía ser eliminado y, además,
debía hacerlo desaparecer (...) que había recibido la información que
este niño era un peligro para la población, con malos antecedentes y que
era un "pato malo".
En las declaraciones que prestó ante Tribunales Leontina Díaz
Huerta, madre del niño herido por Fariña, reconoció que ella mantenía
"una relación sentimental con el Comandante Donato López, quien después
del golpe militar la sacó de La Pincoya, instalándola en otra casa fuera
del lugar, visitándola a veces".
No fue una razón política la que motivó el asesinato, fue una
razón pasional. El Comandante del Regimiento Yungay, Donato López, para
complacer a su amante, ordenó el secuestro, asesinato y posterior
incineración ilegal del menor Carlos Fariña, haciéndolo desaparecer. Se
valió para ello de los soldados a su mando, pero donde hubo oficiales
que sin asco ejecutaron la orden a sabiendas o debiendo saber que era
ilegal.
Carlos Fariña permaneció desaparecido por años, mismos años en
que se negaba incluso que existiera. Pero un accidental hecho permitió
conocer la verdad: Sus restos fueron encontrados en 2000, en un sitio
eriazo de Américo Vespucio con San Pablo, cuando se realizaban
excavaciones para la construcción de un parque industrial. La madre de
Carlos Fariña falleció, víctima de cáncer, el 22 de noviembre de 1977
sin saber su paradero.
Las redes de protección no evitaron la condena
Luego de haber negado los hechos por años, el asesino directo
Enrique Sandoval Arancibia decidió confesar acosado por las innegables
pruebas que lo delataban Entre ellas las declaraciones de sus propios
soldados. Pero no se crea que éste oficial en retiro estaba escondido,
asustado o arrepentido, por el contrario, trabajaba de manera pública
como "supervisor" a cargo de la seguridad ciudadana (sic) de la I.
Municipalidad de Providencia, siendo Alcalde el también ex agente de la
DINA, Cristián Labbé.
Tanto el "supervisor" de la seguridad de los vecinos de
Providencia como López Almarza fueron procesados y acusados por el
ministro Zepeda como autores del secuestro y homicidio calificado de
Carlos Fariña. La Corte de Apelaciones ratificó las sentencias y lo
mismo hizo la Corte Suprema. El Comandante (r) López Almarza fue
condenado a 14 años,
Caso Guayacán
Dos niños, de 8 y 9 años, fueron fusilados en la Región de Coquimbo
en diciembre de 1973. Sí, tal como lo lee. Todo indica que lo hizo una
patrulla militar que custodiaba unos gaseoductos en una población del
sector La Herradura (Guayacán), habitada por funcionarios de Impuestos
Internos. Varios oficiales del Ejército han resultado cuestionados en
ésta "operación" que terminó con la vida de Rodrigo Palma Moraga y Jimmy
Christie Bossy.
El 24 de diciembre de 1973, tres niños -Rodrigo Javier Palma
Moraga, Jimmy Christie Bossy y Patricio Díaz Gajardo-, jugaban en las
cercanías de la población ubicada en la parte superior de los estanques
para el almacenamiento de combustible en Guayacán, Coquimbo. Seguramente
esperaban con ansias y alegría la llegada de la noche buena patricio
Díaz salvó con vida porque su padre al verlo al regresar de su trabajo,
se lo llevó a casa. Los otros dos niños se quedaron jugando allí. No
volvieron jamás a sus hogares, al menos vivos.
La búsqueda y las represalias
La búsqueda, como en todos los casos de desaparecimiento durante
la dictadura, estuvo a cargo de la familia, pero en éste caso además se
sumaron los vecinos, que organizados se desplegaron por todo el sector.
Imperaba el toque de queda, lo que no inhibió a que la búsqueda de los
niños siguiera más allá del toque de queda.
Nelson Díaz, quien había retirado momentos antes a su hijo, junto
a vecinos se dirigió hasta el último lugar en que los había visto, sin
embargo no sólo no estaban los niños sino que tampoco los militares que
custodiaban el lugar. Testigos relatan que horas antes habían constatado
la presencia de muchos soldados, que disparaban sus metralletas de
manera habitual sin que nadie supiera hacia qué blancos.
Provocó molestia la búsqueda de los niños en las autoridades de
la época. La población fue cercada y se sometió a las familias de los
menores a "arresto domiciliario". Toda la población fue allanada por
militares armados quienes los interrogaron sobre "la desaparición de los
menores" y "qué sabían de aquello".
Como si el arresto domiciliario no hubiera sido suficiente abuso,
los padres de los menores empezaron a ser trasladados a menudo al
regimiento, para ser torturados. Tanto fue la conmoción entre la
población local que a la búsqueda se sumaron el Cuerpo de Bomberos de
Coquimbo, Carabineros e Investigaciones con una brigada de Homicidios
que enviada especialmente desde Santiago. Carabineros utilizó perros
policiales "expertos en rastreo". No aparecieron.
Los descubrieron por casualidad
En agosto de 1978, algunos niños del vecindario mientras jugaban
encontraron los restos de los menores. Se encontraban sepultados a
orillas del camino que conduce a la playa La Herradura, cercano a los
depósitos de combustible, y a una distancia de, aproximadamente, 100
metros de las casas. Extraño lugar aquel en que fueron descubiertos,
pues en dicho lugar se habían desplegado todos los medios y no fueron
habidos.
"Debido a esto y otros antecedentes presumimos que los cuerpos
fueron colocados allí con posterioridad", señala el abogado y
actualmente parlamentario Hugo Gutiérrez. En el Instituto Médico Legal
de Santiago, se realizaron los peritajes. A los padres se les indicó que
la causa de muerte era "a consecuencia de impactos de bala de grueso
calibre, provocándoles la destrucción del 75% del cráneo", y agregando
que "esos proyectiles los usan sólo el Ejército". Sin embargo, el médico
les señaló que "no podía certificar esa causa de muerte".
"Efectivamente el certificado señala 'causa de muerte indeterminada'",
agrega Gutiérrez.
Todos los antecedentes parecieran indicar que el grupo de
militares que estaba de guardia en ese momento, fue el que fusiló a los
niños. Después, escondieron los cuerpos para volver a enterrarlos en las
cercanías cuando la búsqueda de la policía y los vecinos terminó. Por
eso no había ningún militar cuando los vecinos los buscaron en los
estanques.
El miedo y las anteriores represalias que los padres habían
sufrido, les inhibió a presentar acciones judiciales. Cheyre en esta
querella presentada, ha sido citado en calidad de 'inculpado'. El
abogado Gutiérrez es claro en señalar que "se ignora qué participación
específica tuvo". Pero es enfático en asegurar que su testimonio es
vital para saber la verdad. "Es razonable pensar que él, como ayudante
del comandante, supo de los hechos y está al tanto de la participación
de la patrulla militar", afirma. Es necesario recordar que los delitos
cometidos contra menores quedan excluidos de la Ley de Amnistía.
¿Cuál fue la razón para tan bestiales asesinatos? Los niños como
los de estos casos fueron cientos. Sin sentido, sin control, sin el más
mínimo comportamiento humanitario. Las condenas, cuando las hubo, fueron
increíbles, un crimen de un niño pagó menos que el robo de una gallina.
Hoy, a su lado, de seguro transitan libres muchos de estos asesinos.
Algunos cuidaron su "seguridad", incluso. Protegidos por cómplices y por
un sistema ineficiente, a veces a sabiendas. Juzgue usted si los niños
de Guayacán representaban un peligro a la seguridad nacional o, si
Carlos Fariña mereció morir de la manera brutal en que fue asesinado,
para satisfacer pasiones, mezcla de sexo y poder.
Los inculpados del Caso Guayacán
La querella criminal interpuesta por los abogados Juan Bustos y
Hugo Gutiérrez, alcanza a Ariosto Lapostol Orrego, comandante del
Regimiento Arica y Juan Emilio Cheyre Espinoza, que en aquel momento se
desempeñaba como ayudante del anterior. También se dirigió en contra de
Augusto Pinochet y todos los que resulten responsables. La querella cita
a Osvaldo Pincetti, quien mantuvo secuestrados a los padres de los
niños, y al oficial Carlos Verdugo Gómez, que formaba parte de la Unidad
Especial de Inteligencia del Regimiento Arica.
Las palabras del hijo del general (r) Manuel Contreras, son
decidoras en este ilícito. "(Cheyre) sacó a todos los suboficiales que
trabajaron en la DINA, pero dejó en el alto mando a generales que hoy
están activos y que participaron en fusilamientos. No sé si el
presidente Lagos estaba al tanto cuando ascendió al grado de general a
tres oficiales que participaron en fusilamientos por Consejos de Guerra
en 1973, en San Bernardo, Calama, Pisagüa y Arica".
Y es directo para incriminar a Cheyre sobre la desaparición y
asesinato de los niños: "Y hay otra situación, en que mueren dos niños
en La Serena. Había un aviso de que el MIR, durante el toque de queda,
iba a colocar unos explosivos en unos estanques de combustible. El
Ejército puso guardias, los soldados vieron dos siluetas y dispararon.
Después se dieron cuenta de que eran niños. Cheyre dice que esa Navidad
estaba en la casa de sus suegros, en Iquique. Pero en ese regimiento era
vox populi lo que había ocurrido y él nunca dijo nada (...) ",
sentencia.
Fusilero termina vomitando
Un último recordatorio, extraído de la declaración de un ex soldado
del Regimiento Yungay y que consta del expediente del Caso Fariña: "Nos
hicieron formar, de pie, frente a los detenidos, que eran varios, no
podría precisar la cantidad, pero eran más de diez. Luego iba pasando
por detrás de ellos uno de los oficiales, le parece que era Araneda,
quién les daba un leve golpe en el casco y les decía, alternadamente,
"tú a la cabeza, tú al corazón".
Otro de los oficiales, el teniente Cerda, quién usaba boina
negra, les gritaba "preparen, apunten, fuego", en ese lapso en que
miraba a la gente que gritaba asesinos, pues estaban desesperados, él
(soldado) no sabía qué hacer, por lo que disparó hacia el aire, sin
poder disparar al cuerpo de las víctimas; agregando que estaba muy
asustado, ya que los habían amenazado previamente que en caso de no
cumplir la orden, los fusilarían en el acto, por desertar en estado de
guerra.
Añade el soldado en el expediente: "cayeron abatidas las
personas, concurriendo hasta ellos los oficiales y algunos cabos de
planta, además de algunos fusileros, recuerda que también se acercó a
mirar, pero cuando observó que los oficiales comienzan a rematar en el
suelo a los fusilados, pues algunos habían quedado vivos, disparándosele
a la cabeza e incluso, manifiesta, unos de los oficiales le dispara en
los glúteos a una de las personas a la que se le habían caído sus
pantalones, ante ese acto tan brutal e inhumano, refiere el soldado, se
fue a uno de los camiones, y comienza a vomitar, momentos en que un cabo
de apellido Tapia se acerca a él, le dice que había desertado y que por
eso lo podían matar de inmediato".