jueves, 17 de abril de 2014

Una historia desconocida: El cruel asesinato de niños en dictadura

 

 

 

 Trescientos siete casos de menores asesinados registró la Comisión de la Verdad y Reconciliación en 1991

 

 

Una historia desconocida: El cruel asesinato de niños en dictadura

14/04/2014 |
Por Equipo Cambio21 De los cientos de crímenes que cometieron agentes del Estado durante la dictadura, hubo también algunos en que las víctimas fueron niños. Fueron más de 300, según registro de la Comisión de Verdad y Reconciliación. Por MARIO LOPEZ MOYA

Trescientos siete casos de menores asesinados registró la Comisión de la Verdad y Reconciliación en 1991. Muchos de estos chicos se encuentran aún en las listas de detenidos desaparecidos. Otros, con el tiempo, fueron apareciendo sepultados ilegalmente en fosas comunes. Otros aparecieron por coincidencia y permitieron descubrir no sólo qué les sucedió, sino quienes fueron sus asesinos. De ellos, dos son emblemáticos.

Secuestro del niño Carlos Patricio Fariña Oyarce

El menor de apenas 13 años de edad, fue detenido el día 13 de octubre de 1973 en su domicilio de la Población La Pincoya. En dicha oportunidad se registró un allanamiento que abarcó un sector de esa población y fue efectuado por el Ejército, Carabineros e Investigaciones.

Señala la hoja 12 de la sentencia de primera instancia: "a las 09,30 horas del 13 de octubre de l973, la morada de calle Los Músicos 6074, de La Pincoya fue cercada - al igual que el resto de esa población - por carabineros de dotación de la Comisaría de Conchalí y militares del Regimiento Yungay, fue así como ingresaron estos últimos a dicha vivienda y exigieron a la señora Josefina Edith Oyarce Cortés que les entregara a su hijo menor Carlos Patricio Fariña Oyarce, estudiante de enseñanza básica, sin cédula de identidad, de sólo 13 años de edad a esa fecha".

La madre del menor, doña Josefina Oyarce vda. de Fariña, expuso en el Recurso de Amparo que presentara en favor de su hijo lo siguiente: "(...) A las 09:30 horas mi modesto domicilio fue cercado por numerosos Militares y Carabineros. Dos carabineros, cuatro militares y dos personas vestidas de civil irrumpieron en mi casa y exigieron que les entregara a Carlos Patricio. Traté de darles explicaciones, pero no me escucharon. Dos carabineros sacaron al niño desde su cama y uno de ellos -de la dotación de la Comisaría de Conchalí- le dio un fuerte culatazo en el pecho, por lo que el niño cayó, lo llevaron casi arrastrándolo hasta la cancha de fútbol".

Y continuaba relatando: "En la cancha se habían agrupado a las personas sospechosas, los militares dejaban ir a algunos y mantenían detenidos a otros; me acerqué al Oficial que comandaba la tropa, suplicándole que me entregara el niño porque estaba enfermo y diciéndole que lo llevaría al juzgado apenas se mejorara. El Oficial me respondió que me alejara y que me entregaría al niño cuando estuviera grande. En un jeep militar, encañonado por dos militares, se llevaron a mi hijo con destino desconocido. Desde entonces no lo he vuelto a ver".

El homicidio

Los militares a que hace referencia la madre en el Amparo, pertenecían al Regimiento de Infantería N°3 Yungay de San Felipe. ¿Qué hacían esos soldados en Santiago? Con ocasión del Golpe de Estado de 1973, habían sido asignados para controlar vastos sectores de Quinta Normal, Pudahuel y se encontraban acantonados en un colegio de Quinta Normal, el Internado Barros Arana.

Allí fue trasladado el menor Carlos Patricio Fariña. Desde ese lugar por años se le perdió la pista. Los militares negaron en innumerables oportunidades que se encontrara privado de libertad, es más, negaron incluso que lo hubiesen detenido. Y a mayor abundamiento, negaron incluso que existiera, pues a esa edad aún no sacaba cédula de identidad. Eso contestó al Recurso de Amparo N° 299 - 74 el ex ministro del Interior de la época César Benavides. La Corte, ante la negativa de las autoridades, declaró sin lugar el Amparo.

Por aquel entonces comandaban distintas unidades del Regimiento de Infantería N° 3 de San Felipe oficiales conocidos por su fiereza, siendo incluso temidos por sus propios hombres. Uno de ellos, el comandante del Regimiento Yungay, Donato López Almarza, otro, quien fue el asesino directo de Carlos fariña, Enrique Erasmo Sandoval Arancibia.

Éste último confesó, después de varias negativas, en la causa criminal rol 2182-98, el asesinato del menor: "que en el allanamiento que se verificó en esa población (La Pincoya), observó que un niño fue detenido por personal de Investigaciones, quienes lo entregaron a personal del Ejército de su Compañía; agrega que el menor detenido fue trasladado a las instalaciones que ocupaban en el interior de la Quinta Normal (...) y fue entregado en la guardia, sin saber más de él".

Reconoce Sandoval "que esa misma noche hizo levantar a un grupo de soldados, unos doce a quince, siendo alrededor de las 02.00 horas a las 03:00 hrs., dirigiéndose con ellos a un camión particular, tolva, en el cual se trasladaron con el detenido hasta el sector del camino al aeropuerto de Pudahuel, desconociendo la identidad de su conductor".

Sin mayores problemas confiesa: "que no tenía idea cómo se efectuaba un fusilamiento, pues solamente lo había visto en películas; que puso al menor frente al pelotón integrado por unos ocho fusileros, se le subió el chaleco que vestía para cubrirle el rostro, para que de esa forma no presenciara lo que sucedía en ese momento, y luego bajó su mano en señal de disparar".

Y continúa relatando sin inmutarse: "que con posterioridad a la descarga, los conscriptos excavaron una fosa en el lugar, pues era zona arenosa lo que facilitó la excavación. Acto seguido, manifiesta el acusado, el civil mencionado sacó bencina del camión, roció el cuerpo del menor, procediendo a quemarlo para posteriormente enterrarlo en el lugar; agrega que su impresión es que el fusilamiento del menor se efectuó en la madrugada del día siguiente a su detención, lo que no tiene claro, ya que después que entregó al menor en el recinto de Quinta Normal, no lo volvió a ver hasta el momento en que se le ejecutó".

Manifiesta que luego de este hecho no quiso ver el cuerpo del menor, pero se podía apreciar, por las luces del camión que alumbraba, que había recibido impactos en diferentes zonas de su cuerpo. Reconoce además el acusado Sandoval, que regresaron enseguida a la Unidad en el propio camión, dando cuenta de ello al Mayor López, precisando que todo ocurrió en aproximadamente en el lapso de dos horas".

¿Pero cuál fue la razón del crimen?

Sandoval confiesa ante el juez que "durante la madrugada siguiente (a la detención del menor), fue llamado por el Mayor Donato López, quien le expresó que ese menor debía ser eliminado y, además, debía hacerlo desaparecer (...) que había recibido la información que este niño era un peligro para la población, con malos antecedentes y que era un "pato malo".

En las declaraciones que prestó ante Tribunales Leontina Díaz Huerta, madre del niño herido por Fariña, reconoció que ella mantenía "una relación sentimental con el Comandante Donato López, quien después del golpe militar la sacó de La Pincoya, instalándola en otra casa fuera del lugar, visitándola a veces".

No fue una razón política la que motivó el asesinato, fue una razón pasional. El Comandante del Regimiento Yungay, Donato López, para complacer a su amante, ordenó el secuestro, asesinato y posterior incineración ilegal del menor Carlos Fariña, haciéndolo desaparecer. Se valió para ello de los soldados a su mando, pero donde hubo oficiales que sin asco ejecutaron la orden a sabiendas o debiendo saber que era ilegal.

Carlos Fariña permaneció desaparecido por años, mismos años en que se negaba incluso que existiera. Pero un accidental hecho permitió conocer la verdad: Sus restos fueron encontrados en 2000, en un sitio eriazo de Américo Vespucio con San Pablo, cuando se realizaban excavaciones para la construcción de un parque industrial. La madre de Carlos Fariña falleció, víctima de cáncer, el 22 de noviembre de 1977 sin saber su paradero.

Las redes de protección no evitaron la condena

Luego de haber negado los hechos por años, el asesino directo Enrique Sandoval Arancibia decidió confesar acosado por las innegables pruebas que lo delataban Entre ellas las declaraciones de sus propios soldados. Pero no se crea que éste oficial en retiro estaba escondido, asustado o arrepentido, por el contrario, trabajaba de manera pública como "supervisor" a cargo de la seguridad ciudadana (sic) de la I. Municipalidad de Providencia, siendo Alcalde el también ex agente de la DINA, Cristián Labbé.

Tanto el "supervisor" de la seguridad de los vecinos de Providencia como López Almarza fueron procesados y acusados por el ministro Zepeda como autores del secuestro y homicidio calificado de Carlos Fariña. La Corte de Apelaciones ratificó las sentencias y lo mismo hizo la Corte Suprema. El Comandante (r) López Almarza fue condenado a 14 años,

Caso Guayacán

Dos niños, de 8 y 9 años, fueron fusilados en la Región de Coquimbo en diciembre de 1973. Sí, tal como lo lee. Todo indica que lo hizo una patrulla militar que custodiaba unos gaseoductos en una población del sector La Herradura (Guayacán), habitada por funcionarios de Impuestos Internos. Varios oficiales del Ejército han resultado cuestionados en ésta "operación" que terminó con la vida de Rodrigo Palma Moraga y Jimmy Christie Bossy.

El 24 de diciembre de 1973, tres niños -Rodrigo Javier Palma Moraga, Jimmy Christie Bossy y Patricio Díaz Gajardo-, jugaban en las cercanías de la población ubicada en la parte superior de los estanques para el almacenamiento de combustible en Guayacán, Coquimbo. Seguramente esperaban con ansias y alegría la llegada de la noche buena patricio Díaz salvó con vida porque su padre al verlo al regresar de su trabajo, se lo llevó a casa. Los otros dos niños se quedaron jugando allí. No volvieron jamás a sus hogares, al menos vivos.

La búsqueda y las represalias

La búsqueda, como en todos los casos de desaparecimiento durante la dictadura, estuvo a cargo de la familia, pero en éste caso además se sumaron los vecinos, que organizados se desplegaron por todo el sector. Imperaba el toque de queda, lo que no inhibió a que la búsqueda de los niños siguiera más allá del toque de queda.

Nelson Díaz, quien había retirado momentos antes a su hijo, junto a vecinos se dirigió hasta el último lugar en que los había visto, sin embargo no sólo no estaban los niños sino que tampoco los militares que custodiaban el lugar. Testigos relatan que horas antes habían constatado la presencia de muchos soldados, que disparaban sus metralletas de manera habitual sin que nadie supiera hacia qué blancos.

Provocó molestia la búsqueda de los niños en las autoridades de la época. La población fue cercada y se sometió a las familias de los menores a "arresto domiciliario". Toda la población fue allanada por militares armados quienes los interrogaron sobre "la desaparición de los menores" y "qué sabían de aquello".

Como si el arresto domiciliario no hubiera sido suficiente abuso, los padres de los menores empezaron a ser trasladados a menudo al regimiento, para ser torturados. Tanto fue la conmoción entre la población local que a la búsqueda se sumaron el Cuerpo de Bomberos de Coquimbo, Carabineros e Investigaciones con una brigada de Homicidios que enviada especialmente desde Santiago. Carabineros utilizó perros policiales "expertos en rastreo". No aparecieron.

Los descubrieron por casualidad

En agosto de 1978, algunos niños del vecindario mientras jugaban encontraron los restos de los menores. Se encontraban sepultados a orillas del camino que conduce a la playa La Herradura, cercano a los depósitos de combustible, y a una distancia de, aproximadamente, 100 metros de las casas. Extraño lugar aquel en que fueron descubiertos, pues en dicho lugar se habían desplegado todos los medios y no fueron habidos.

"Debido a esto y otros antecedentes presumimos que los cuerpos fueron colocados allí con posterioridad", señala el abogado y actualmente parlamentario Hugo Gutiérrez. En el Instituto Médico Legal de Santiago, se realizaron los peritajes. A los padres se les indicó que la causa de muerte era "a consecuencia de impactos de bala de grueso calibre, provocándoles la destrucción del 75% del cráneo", y agregando que "esos proyectiles los usan sólo el Ejército". Sin embargo, el médico les señaló que "no podía certificar esa causa de muerte". "Efectivamente el certificado señala 'causa de muerte indeterminada'", agrega Gutiérrez.

Todos los antecedentes parecieran indicar que el grupo de militares que estaba de guardia en ese momento, fue el que fusiló a los niños. Después, escondieron los cuerpos para volver a enterrarlos en las cercanías cuando la búsqueda de la policía y los vecinos terminó. Por eso no había ningún militar cuando los vecinos los buscaron en los estanques.

El miedo y las anteriores represalias que los padres habían sufrido, les inhibió a presentar acciones judiciales. Cheyre en esta querella presentada, ha sido citado en calidad de 'inculpado'. El abogado Gutiérrez es claro en señalar que "se ignora qué participación específica tuvo". Pero es enfático en asegurar que su testimonio es vital para saber la verdad. "Es razonable pensar que él, como ayudante del comandante, supo de los hechos y está al tanto de la participación de la patrulla militar", afirma. Es necesario recordar que los delitos cometidos contra menores quedan excluidos de la Ley de Amnistía.

¿Cuál fue la razón para tan bestiales asesinatos? Los niños como los de estos casos fueron cientos. Sin sentido, sin control, sin el más mínimo comportamiento humanitario. Las condenas, cuando las hubo, fueron increíbles, un crimen de un niño pagó menos que el robo de una gallina. Hoy, a su lado, de seguro transitan libres muchos de estos asesinos. Algunos cuidaron su "seguridad", incluso. Protegidos por cómplices y por un sistema ineficiente, a veces a sabiendas. Juzgue usted si los niños de Guayacán representaban un peligro a la seguridad nacional o, si Carlos Fariña mereció morir de la manera brutal en que fue asesinado, para satisfacer pasiones, mezcla de sexo y poder.

Los inculpados del Caso Guayacán

La querella criminal interpuesta por los abogados Juan Bustos y Hugo Gutiérrez, alcanza a Ariosto Lapostol Orrego, comandante del Regimiento Arica y Juan Emilio Cheyre Espinoza, que en aquel momento se desempeñaba como ayudante del anterior. También se dirigió en contra de Augusto Pinochet y todos los que resulten responsables. La querella cita a Osvaldo Pincetti, quien mantuvo secuestrados a los padres de los niños, y al oficial Carlos Verdugo Gómez, que formaba parte de la Unidad Especial de Inteligencia del Regimiento Arica.

Las palabras del hijo del general (r) Manuel Contreras, son decidoras en este ilícito. "(Cheyre) sacó a todos los suboficiales que trabajaron en la DINA, pero dejó en el alto mando a generales que hoy están activos y que participaron en fusilamientos. No sé si el presidente Lagos estaba al tanto cuando ascendió al grado de general a tres oficiales que participaron en fusilamientos por Consejos de Guerra en 1973, en San Bernardo, Calama, Pisagüa y Arica".

Y es directo para incriminar a Cheyre sobre la desaparición y asesinato de los niños: "Y hay otra situación, en que mueren dos niños en La Serena. Había un aviso de que el MIR, durante el toque de queda, iba a colocar unos explosivos en unos estanques de combustible. El Ejército puso guardias, los soldados vieron dos siluetas y dispararon. Después se dieron cuenta de que eran niños. Cheyre dice que esa Navidad estaba en la casa de sus suegros, en Iquique. Pero en ese regimiento era vox populi lo que había ocurrido y él nunca dijo nada (...) ", sentencia.

Fusilero termina vomitando

Un último recordatorio, extraído de la declaración de un ex soldado del Regimiento Yungay y que consta del expediente del Caso Fariña: "Nos hicieron formar, de pie, frente a los detenidos, que eran varios, no podría precisar la cantidad, pero eran más de diez. Luego iba pasando por detrás de ellos uno de los oficiales, le parece que era Araneda, quién les daba un leve golpe en el casco y les decía, alternadamente, "tú a la cabeza, tú al corazón".

Otro de los oficiales, el teniente Cerda, quién usaba boina negra, les gritaba "preparen, apunten, fuego", en ese lapso en que miraba a la gente que gritaba asesinos, pues estaban desesperados, él (soldado) no sabía qué hacer, por lo que disparó hacia el aire, sin poder disparar al cuerpo de las víctimas; agregando que estaba muy asustado, ya que los habían amenazado previamente que en caso de no cumplir la orden, los fusilarían en el acto, por desertar en estado de guerra.

Añade el soldado en el expediente: "cayeron abatidas las personas, concurriendo hasta ellos los oficiales y algunos cabos de planta, además de algunos fusileros, recuerda que también se acercó a mirar, pero cuando observó que los oficiales comienzan a rematar en el suelo a los fusilados, pues algunos habían quedado vivos, disparándosele a la cabeza e incluso, manifiesta, unos de los oficiales le dispara en los glúteos a una de las personas a la que se le habían caído sus pantalones, ante ese acto tan brutal e inhumano, refiere el soldado, se fue a uno de los camiones, y comienza a vomitar, momentos en que un cabo de apellido Tapia se acerca a él, le dice que había desertado y que por eso lo podían matar de inmediato".

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